Una provincia argentina abre sus puertas a sirios
AP
Washington Hispanic
encido por el cansancio, el pequeño Fadi apoya la cabeza en el hombro de su padre, quien lo sujeta en brazos mientras camina en la oscuridad por la pista del aeropuerto.
«¡Bienvenidos a San Luis… de corazón!», gritaron decenas de personas en la terminal aérea de esta provincia del centro de Argentina al recibir a los 12 sirios recién llegados, incluidos Fadi y su padre.
En momentos que países como Estados Unidos buscan limitar la entrada de sirios que huyen de la violencia en su país, el gobierno de la provincia argentina de San Luis les abrió las puertas como parte del que es considerado el programa de acogida más generoso en la región.
San Luis, a unos 800 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, decidió cubrir los gastos de traslado en avión desde Siria, así como la vivienda, la salud, la educación e incluso ayudar a buscar trabajo a quienes elijan esa provincia para reconstruir su vida.
«Sentimos que vivimos de nuevo», dijo a The Associated Press George S., con ayuda de una intérprete. El padre de Fadi, de siete años, se instaló junto a su esposa y otros dos hijos en un apartamento habilitado por las autoridades en La Punta, a unos 20 kilómetros de la ciudad de San Luis.
Los integrantes de tres familias sirias llegaron la madrugada del 13 de marzo, luego de un largo viaje desde Alepo, una de las ciudades sirias más golpeadas por una guerra que se ha extendido por seis años y ha dejado más de 400.000 muertos y millones de desplazados.
La agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) y las autoridades de San Luis solicitaron a la AP identificar a los sirios sólo con su primer nombre y la primera letra de su apellido debido a preocupaciones por la seguridad de sus familiares que se quedaron en Siria.
George, de 45 años y quien perdió su local de reparación de máquinas de coser en Alepo por el impacto de una bomba, dijo sentirse «aliviado y sorprendido por la amabilidad» de los argentinos. Llegó junto con sus compatriotas tras un viaje de unas 30 horas que incluyó tramos en automóvil y avión entre Alepo, Damasco, Beirut, Doha, Sao Paulo, Buenos Aires y finalmente San Luis.
Las familias sirias vivirán en apartamentos amueblados de dos dormitorios que utilizan los estudiantes de la Universidad de La Punta, en las afueras de la capital provincial. Los recién llegados permanecerán allí tres meses mientras se aclimatan y reciben clases intensivas de español, hasta su traslado a otros lugares.
Los ojos de Joseph K. y Maya K., padres de un bebé de seis meses y un niño de ocho años, se llenaron de lágrimas cuando recordaron cuánto les costó dejar a sus parientes en Siria.
Decidieron viajar a Argentina cuando se enteraron que en ese país, al contrario que en Europa o Estados Unidos, los huidos de la guerra son bienvenidos.
El presidente Donald Trump emitió un decreto que niega visados de ingreso a Estados Unidos a ciudadanos de seis naciones de mayoría musulmana, incluida Siria, además de que cancela temporalmente el programa de refugiados, aunque las medidas fueron detenidas por la justicia.
En 2016, un acuerdo entre Turquía y la Unión Europea contuvo el flujo de cientos de migrantes que en algún momento llegaron a diario a la isla griega de Lesbos para intentar cruzar desde territorio turco. Pero un año después, ese acuerdo parece estar en riesgo y podría hacer que se repitan las escenas de migrantes que arriesgan su vida en botes.
«Por mar era muy peligroso para los niños, por lo que decidimos esperar hasta que llegó este momento», dijo Joseph, de 36 años, quien trabajaba en una tienda de licores que también voló en pedazos.
La incesante caída de bombas, la falta de electricidad y de agua, así como los altos precios, impulsaron a las tres familias cristianas a decir basta. El empujón final provino del sacerdote católico argentino David Fernández, quien vive en Alepo y les comentó la posibilidad que se abría en San Luis, convertida desde diciembre en la única provincia miembro de un corredor internacional para los huidos de la guerra.
«Cuando uno ve que hay campos de refugiados con millones de personas que les hacen un muro para la seguridad, se pregunta: ¿para seguridad de quién?», afirmó a la AP Alberto Rodríguez Saá, gobernador de San Luis, quien cuenta con el apoyo de empresas y personas de ese distrito que desean colaborar.
«Son situaciones desesperantes y es natural pensar en ayudar», añadió Rodríguez Saá, quien decidió implementar el plan tras asistir en diciembre a una cumbre promovida por el Papa Francisco sobre la crisis humanitaria generada por el conflicto. Ahora, buscará «contagiar» a otras localidades argentinas para iniciar programas similares, en el caso de que aumente el flujo de sirios.
San Luis es una provincia de unos 450.000 habitantes que desarrolló en los últimos años el sector agroindustrial, además de la producción de electrodomésticos y la actividad lechera, lo cual le ha dado cierta estabilidad económica en un país que busca salir de una crisis de más de cuatro años.
Argentina ha recibido unos 227 sirios desde fines de 2014 bajo el paraguas del plan Siria del gobierno nacional, aunque el programa de San Luis es más inclusivo.
En total, cerca de 1.600 sirios llegaron al territorio argentino desde que estalló en 2011 la guerra, aunque no hay datos de cuántos de ellos permanecen en el país.
La agencia de Naciones Unidas para la niñez considera el 2016 como el año más cruento para los menores sirios, cuando al menos 652 fueron asesinados.
Gorgena S., de 32 años llegó a San Luis con su hija Judy, una niña sordomuda a quien se le dibujó una gran sonrisa al encontrar una muñeca de regalo en su nueva casa. Dijo que está aliviada de no oír más bombas.
«‘¡Tenemos agua!»’, comentó que le dice su hija mediante el lenguaje de señas. «Y está feliz de que puede ducharse», añadió, mientras otros tres chicos recién llegados correteaban libremente por los jardines que rodean el edificio de viviendas.
Liliana Scheines, coordinadora del Comité de Refugiados de San Luis, señaló a la AP que esperan nuevas familias cada dos meses. «La idea es que los que ya están ayuden a integrarse a los nuevos», dijo.
La tarea de integración la realiza la pareja formada por Lana S. y Majd M., los primeros sirios que arribaron a San Luis semanas atrás y a quienes se les busca un trabajo.
«En Europa hay compatriotas que creen que van a recibir dinero de los gobiernos por siempre», dijo Majd, un cocinero que sueña con abrir un restaurante en San Luis. «Nosotros no somos así; hay que aprender la lengua, tener un trabajo».
ACNUR colabora en la preselección de las personas que desean abandonar Siria junto con entidades religiosas argentinas. Luego, los consulados argentinos facilitan visas humanitarias para entrar al país.
Además, el organismo humanitario Cascos Blancos, dependiente de la cancillería argentina, acompaña a las personas en su llegada para que se sientan bien acogidos.
Sobre el plan, sin embargo, pende el fantasma de lo que ocurrió en Uruguay, que implementó un programa similar pero fracasó cuando los más de 40 sirios que llegaron en 2014 no lograron integrarse al considerar el país caro y sin oportunidades laborales.
Otros países sudamericanos han recibido o han dicho que esperan recibir a sirios.
En Brasil, unos 3.400 sirios ingresaron desde 2013, pero no recibieron el tipo de ayuda que gozan los que llegaron a San Luis. En Chile, el gobierno anunció hace más de un año que estudiaría acoger a no más de 200 personas, sin que ello se haya concretado.
Luciana Trinci, profesora en un colegio, reconoció que la llegada de los sirios a San Luis ha generado algo de preocupación entre vecinos que temen que se reduzcan «las posibilidades de tener un casa o un trabajo mejor». Sin embargo, dio a entender que no se trata de un rechazo generalizado.
Como sea, Majd sólo tiene palabras de agradecimiento.
«Antes en Siria, me decía a mí mismo: ‘soy nada, estúpido’… pero aquí he aprendido que puedo hacer un montón de cosas: aprender la lengua, aprender de Argentina y su gente», dijo.