«Feliz» pandémica navidad en familia 2020

Grego Pineda
Washington Hispanic

¿Cómo iniciar esta columna navideña en medio de una pandemia que aflige al mundo?  He puesto entre comillas la tradicional palabra «feliz» que siempre acompaña al saludo navideño de cada año. Pero esta no es cualquier navidad y ni el año que termina es similar a cualquier otro de los 56 que me ha tocado vivir.

 

Pensé mucho cómo iniciar el saludo, de una manera entusiasta y esperanzadora, y barajé varias opciones soslayando la gravedad y urgencia de la pandemia, pero implicaba ser insensato y hasta cínico en comunicarme con él o la lectora como si nada estuviera pasando. No pude con tanta irresponsabilidad.

 

Y fiel a la tradición navideña cristiana escribí «Feliz», pero entre comillas, para llamar la atención que esta palabra de grande significado en nuestra vida, a veces y casi siempre, por el uso común y vulgarizado, pierde su valor e importancia y termina diciéndose como «hola» o «adiós», es decir, en automático, sin mayor sentido en el contexto cotidiano.

 

Algo parecido está pasando con la frase «Que Dios lo o la bendiga», que ahora cualquiera dice: «Bendiciones», sin más, como quien dice «Chao» o «Bye». Implica megalomanía al arrogarse la posición de bendecir al otro, lejos de la humildad de invocar y pedir a Dios que bendiga al otro u otra. Todo lo que vincula a Dios, creo, debe ser tratado con sumo respeto y sumisión, por eso siempre debe pedirse a Dios que bendiga a tal o cual persona, pero jamás, relativizarlo o rebajarlo a lo anotado.

 

La palabra oral o escrita es poderosa y sin ella no tendríamos el conocimiento de la Historia, ni la Biblia y por tanto a Dios, que surge en su texto. Ni al Corán, que tiene su propio Dios que no puedo nombrar, ni otros textos sagrados que también anidan Dioses. Todos muy respetables. Pero tienen en común que surgen de la palabra ¿Qué serian los cristianos de hoy sin la Biblia?

 

Entonces, invoco a respetar la palabra para honrar a Dios, porque según el Génesis por medio de la palabra se creó todo lo existente, incluso a nosotros sus hijos e hijas: «Y dijoDios: Sea la luz; y fue la luz» y «Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas» y sigue así, diciendo, hasta cansarse y por ello descansó en el séptimo día, al cual «santificó porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.» Creó un mundo con la palabra. ¡Maravilloso!

 

Es hermoso tener un Dios para sobrevivir al mundo. Y la Biblia, libro que dicen los evangélicos y cristianos que es sagrado, se refiere a Dios con el nombre de Jehová. Y muchos son fieles de Jehová, lo cual es conmovedor y loable. Pocos cristianos, con ánimo de no ser del común, pretenden distinguirse en no llamar a Jehová como dice la versión Reina-Valera u otras versiones confiables, sino que se refieren a él de otras formas.

 

Digo lo anterior porque esta es una navidad especial, donde debemos reposicionar nuestra relación con todo lo conocido, y en tiempos de finales repentinos, es bueno usar las palabras para llamar a las cosas por su nombre, sin ambages, ni dobleces o disfrazar la hipocresía, soberbia o narcisismo con usos patéticos de las palabras. La palabra merece respeto porque es creadora de mundos y destructora de vidas, incluso el Diccionario de la RAE la define como «Segunda persona de la Santísima Trinidad, Verbo.»