En Michigan, la comunidad musulmana tentada con castigar a Kamala Harris
Iman Beydoun El-sayed «siempre ha sido demócrata», pero «ya no está tan segura». Como ella, muchos votantes estadounidenses de origen árabe que viven pendientes del conflicto en Oriente Medio están tentados con castigar a Kamala Harris por el inquebrantable apoyo de la administración Biden a Israel.
En Michigan, uno de los estados más disputados entre la candidata demócrata y su rival republicano Donald Trump, Iman Beydoun El-sayed, con una sudadera decorada con un cedro, sale de su colmado en Dearborn Heights, cerca de Detroit, para recoger donativos para el Líbano.
En su caso, mantas. La ONU ha contabilizado 800.000 desplazados desde que se intensificaron a finales de septiembre los ataques israelíes contra Hezbolá, que han causado más de 1.500 muertos.
«Todos tenemos amigos y familiares entre las víctimas en el país», dice esta mujer de 37 años, de origen libanés y nacida en Detroit. «El hecho de que ninguno de los candidatos hable realmente de un alto el fuego o de un embargo de armas es bastante desesperante», añade.
Si al final vota en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, lo hará «probablemente» por la candidata ecologista Jill Stein.
En 2020, Detroit y sus suburbios votaron en un 68% por Joe Biden, contribuyendo a su ajustada victoria en Michigan: 150.000 votos más que Donald Trump.
Según Ronald Stockton, profesor jubilado de Ciencias Políticas en la Universidad de Michigan-Dearborn y especialista en Oriente Medio, la fuerte comunidad áraboestadounidense (300.000 personas en Michigan) contribuyó «enormemente» a la victoria del demócrata.
«Trump los había hecho enojar con sus políticas antimusulmanas y proisraelíes», explica.
– «Bofetada» –
La historia de Dearborn está estrechamente ligada a la de la industria automovilística y a las oleadas migratorias que acompañaron su crecimiento en el siglo XX. La ciudad natal de Henry Ford eligió a su primer alcalde musulmán en 2022, y las fábricas del fabricante de automóviles se alzan junto a la mezquita más grande de Estados Unidos.
A dos semanas de las elecciones, la rabia es palpable contra la administración Biden, acusada de apoyar ciegamente a Israel con su ayuda financiera y militar, y con sus vetos en Naciones Unidas para proteger a su aliado.
Para Marwan Faraj, un empresario libanés de 51 años, los demócratas han ignorado el mensaje de las primarias de febrero, cuando más de 100.000 votantes votaron en blanco para protestar contra su política en Oriente Próximo.
«Es una bofetada y se la vamos a devolver», promete, sentado en Qahwah House, un café yemení de moda. «Han apoyado esta limpieza étnica y este genocidio desde el primer día, con el dinero de nuestros impuestos», añade.
A diferencia de 2020, cuando apoyó a Joe Biden, el Arab American Political Action Committee, una influyente organización política local, ha pedido a la comunidad que no vote «ni a Harris ni a Trump», que «apoyan ciegamente al gobierno criminal israelí dirigido por extremistas de derecha».
Para Ronald Stockton, el enojo va más allá de la comunidad árabe-americana, por lo que «esta guerra es muy peligrosa para los demócratas».
– «Corazón roto» –
Sin embargo, algunas voces alertan del «riesgo» de que salga elegido Donald Trump, que reconoció Jerusalén como capital de Israel cuando estuvo en la Casa Blanca.
«No tenemos otra opción que votar a Kamala Harris», escribió Ismael Ahmed, un veterano del Partido Demócrata local y de la causa árabe-estadounidense, en un artículo de opinión para el Detroit Free Press.
«Kamala Harris ha pedido un alto el fuego y una solución de dos Estados», mientras que Donald Trump «se niega a reconocer la ocupación de los territorios palestinos, se opone a un Estado palestino independiente y apoya decididamente» al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, recuerda.
Para el imán de Dearborn Heights Mohammad Ali Elahi los votantes «tienen el corazón tan roto que ya no hacen ese tipo de cálculos».
«Se preguntan si puede ser peor» en Gaza y Líbano, explica el clérigo, originario de Irán.
Un sentimiento del que también se hace eco Micho Assi, una activista demócrata de 40 años.
«Normalmente, voy de puerta en puerta para animar a la gente a votar», explica. «Pero aquí, si les digo ‘ve a votar’, me dicen ‘me da igual, no va a cambiar nada del genocidio'».
También para ella el conflicto está por todas partes. La semana pasada, recibió en el aeropuerto de Detroit a sus padres, que habían huido del sur del Líbano, con el rostro lleno de emoción y un ramo de flores y carteles de bienvenida en los brazos.