Mejora la tecnología, pero la cocaína sigue llegando a EEUU

Washington Hispanic
AP

l dron es cargado en la propulsora de la cubierta. Desde la sala de controles, un técnico acelera el motor hasta que finalmente lo autorizan a apretar el botón rojo. El ScanEagle sale disparado con un zumbido y, fiel a su nombre, se eleva majestuosamente sobre el mar azul.

El guardacostas estadounidense Stratton se encuentra a más de 800 kilómetros (500 millas) al sur de la frontera entre Guatemala y El Salvador, en uno de los corredores de contrabando de narcóticos más grandes del mundo.

Su misión: interceptar embarcaciones que transportan cocaína hacia ciudades de Estados Unidos.

Es una tarea monumental, cuya envergadura ha aumentado en los últimos años al compás de un boom en la producción de coca en Colombia. Pero la Guardia Costera de Estados Unidos está incorporando más tecnología y servicios de inteligencia.

Adentro del Stratton, una nave de 127 metros (418 pies), especialistas compaginan información de radares, videos infrarrojos, helicópteros en misiones de reconocimiento y ahora del ScanEagle, fabricado por Boeing y que fue empleado por un barco de la Guardia Costera por primera vez durante esta misión de tres meses.

“En los viejos tiempos, si no divisabas o no pillabas nada, nos dábamos una palmada en la espalda y nos decíamos que seguramente los frenamos”, comenta el almirante Paul Zukunf, comandante de la Guardia Costera con más de cuatro décadas de servicio en el mar.

“Ahora rara vez pasan 72 horas sin que suceda algo o que despachemos una nave que regresa sin varias intercepciones”.

La Associated Press pasó dos semanas en febrero y marzo a bordo del Stratton, la nave más avanzada de la flota de la Guardia Costera, en la que una tripulación de 100 personas patrulló el sector oriental del Pacífico, por donde pasa alrededor del 80% de la cocaína que se consume en Estados Unidos.

La Guardia Costera vigila 15.000.000 de kilómetros cuadrados (6.000.000 de millas cuadradas) –desde el Caribe y el Golfo de México hasta el Pacífico oriental– con entre tres y cinco guardacostas. Es como tener un puñado de vehículos policiales para vigilar el territorio continental de Estados Unidos.

Poco después del almuerzo en el segundo día de la misión, los altoparlantes del Stratton empiezan a emitir acrónimos. El dron detectó un TOI (target of interest, u objetivo de interés) con el apoyo de radares, y una lancha rápida surca las aguas azules para comenzar la persecución.

En pocos minutos alcanza a una panga, un barco pesquero con dos motores fuera de borda.

A veces los contrabandistas tiran su carga al mar o tratan de escapar, obligando a los soldados a hacer disparos de advertencia o a tratar de inutilizar los motores. Esta vez, la tripulación, incluidos algunos individuos descalzos, no ofrece resistencia.

Cuatro presuntos contrabandistas son esposados y un soldado saca una ampolleta para hacer exámenes químicos. Los resultados confirman que se trata de cocaína y los dos colombianos y dos ecuatorianos son trasladados al guardacostas.

Escondido entre los fardos de cocaína hay un aparato de rastreo con GPS en un condón, lo que seguramente es un indicio de que los capos dueños del cargamento se enteraron de que no llegó a destino.

Al anochecer, la tripulación del Stratton posa para una foto con el botín mientras una nube de humo negro surge del mar en el sitio donde la Guardia Costera incendió la embarcación interceptada. Pocas horas después, el Stratton dispara un cañonazo y hunde lo que queda de la nave.

A la mañana siguiente, el folletín de a bordo refleja el tamaño de la captura: 700 kilos (más de 1.500 libras) de cocaína pura con un valor de 21 millones de dólares. En las calles de Estados Unidos, puede generar hasta cinco veces esa suma.

La intercepción más grande del Stratton, récord de la Guardia Costera, se produjo en el 2015, cuando encontró más de 7.250 kilos (16.000 libras) de cocaína, valuada en 225 millones de dólares, antes de que la nave, un semisumergible difícil de detectar, se hundiese con parte de su cargamento a bordo.

Las victorias de la Guardia Costera, no obstante, tienden a ser efímeras. Ello se debe a que cientos de kilómetros al sur, en la selva de Colombia, crece una enorme cosecha. Y Colombia es casi la única fuente de cocaína transportada por mar en pequeñas embarcaciones.

Eso, junto con la mejor tecnología, puede ayudar a explicar por qué la Guardia Costera intercepta cargamentos cada vez más grandes. Fijó un récord en el 2016 al interceptar más de 240 tonelada de cocaína con un valor al por mayor de 5.900 millones de dólares y detuvo a 585 contrabandistas.

El año pasado, aumentó un 18% la cantidad de tierra dedicada al cultivo de coca en Colombia, que llegó a 188.000 hectáreas, según un informe de la Casa Blanca. Es la producción de coca más grande desde que Estados Unidos empezó a invertir en 1999 miles de millones de dólares para combatir el narcotráfico en el marco del Plan Colombia.

“Lo que sabemos aquí en el mar es que el negocio ha sido muy bueno el último par de años”, dijo el capitán del Stratton, Nathan Moore.
El incremento responde en parte a la decisión de Colombia de suspender en el 2015 el rociado de herbicidas por preocupaciones en torno al impacto en la salud de la gente.

Al mismo tiempo, aumentó el incentivo para que los campesinos cultivasen coca y así poder acogerse a los generosos pagos del gobierno para empezar a cultivar plantas legales como parte de un acuerdo de paz entre el gobierno y los rebeldes.

Hasta ahora, 55.000 familias se han comprometido a dejar de cultivar 48.000 hectáreas de coca a cambio de hasta 12.000 dólares a lo largo de dos años. El gobierno está expandiendo asimismo la erradicación manual de coca, una tarea más lenta y mucho más peligrosa, con el objetivo de destruir 50.000 hectáreas solo en este año.

Muchos expertos dudan que los campesinos pobres renuncien al cultivo de la coca, especialmente si las bandas de narcos llenan el vacío dejado por los rebeldes. Además, cada contrabandista puede ganar una pequeña fortuna, lo que hace que valga la pena exponerse a largas sentencias de prisión.

Esta dinámica ayuda a explicar por qué, a pesar de la superioridad tecnológica de la Guardia Costera, se calcula que por cada embarcación interceptada, cuatro logran pasar, según Zukunft.

A quienes son detenidos por contrabando se les entregan uniformes blancos, se les hacen exámenes médicos y se les aloja en un viejo hangar para helicópteros, donde se los encadena al piso y se les da una manta de lana, artículos de aseo personal y un catre o una colchoneta. Posteriormente se los trasladará en avión a Estados Unidos, donde serán juzgados.

La alternativa sería juzgarlos en países centroamericanos como Honduras, donde la mayoría de los delitos quedan impunes.

Más de una docena de países centro y sudamericanos básicamente dejan la tarea de interceptar los cargamentos en manos de Estados Unidos.

“Imagínate que estás en Ocean City, Maryland, y de la nada viene esta helicóptero extranjero y empieza a rociar un bote recreativo con ametralladoras y fuego de francotiradores. Diríamos que es un acto de guerra”, expresó Zukunft.

“Pero esa es la fe y la confianza que estos países tienen en Estados Unidos y nuestra Guardia Costera”.