México: Incluso con un nuevo albergue, Matamoros pasa apuros para dar cabida a tantos migrantes
En un enorme campamento cercano a un puente internacional junto a la frontera entre Estados Unidos y México, migrantes de Honduras, Haití, Venezuela y otras partes han convertido desechos de plástico, cartón y cuerdas en viviendas improvisadas.
El Instituto Nacional de Migración (INM) de México y un grupo católico de ayuda humanitaria están ofreciendo la que podría ser al menos una solución parcial a las condiciones en este y otros campamentos al sur de Brownsville, Texas, donde miles de personas aguardan con la esperanza de lograr ingresar a Estados Unidos a la larga. Ambos organismos inauguraron la semana pasada un albergue temporal al aire libre en Matamoros para hasta 850 personas.
En el primer día, 500 haitianos que vivían en una gasolinera vieja y unas 150 personas que habían acampado junto al río se trasladaron al nuevo albergue.
El refugio al aire libre parece ser sumamente inadecuado para alojar a los miles de migrantes que viven en la ciudad y a los que llegan cada día. Las autoridades mexicanas dicen que podría ampliarse.
Para muchos, es un paso en la dirección correcta.
“Estamos aquí, como que más seguros de estar allá expuestos a todo el mundo”, dijo Luisa Hernández, una venezolana de 34 años que dijo haber sido secuestrada en México. Durante semanas vivió en el campamento cerca del río, cuya longitud es equivalente a cuatro vueltas a una pista olímpica de atletismo.
Una compañera venezolana de Hernández, que sólo dijo llamarse Luisa porque teme por su seguridad, dijo que muchos prefieren quedarse en campamentos porque temen ser deportados desde el albergue temporal, a pesar de que las autoridades mexicanas les han asegurado que no enfrentan ese riesgo.
El intento del gobierno estadounidense de desarrollar un sistema más ordenado para que la gente solicite asilo por medio de la creación de una aplicación para teléfonos móviles no ha mejorado la situación de los campamentos en Matamoros, aunque otras ciudades de México han reportado mejorías.
Tijuana, la ciudad fronteriza más grande de México, reportó menos hacinamiento en los refugios para migrantes después de que la app, llamada CBP One, fue ampliada en mayo para recibir hasta 1.450 citas diarias y se le realizaron otros cambios. Las personas que tienen citas hacen fila tres veces al día en un cruce fronterizo que comunica a Tijuana con San Diego, en el mismo sitio donde las autoridades desalojaron por la fuerza a migrantes de un sórdido campamento en 2021.
Autoridades mexicanas del estado de Chihuahua, donde se encuentra Ciudad Juárez, reportaron que la ocupación en los refugios para migrantes descendió al 60% tras los cambios aplicados en mayo.
Pero en Matamoros, una ciudad de unos 500.000 habitantes conocida por la violencia generada por los cárteles de las drogas, las personas que tienen las codiciadas citas otorgadas en CBP One se convierten en blanco de secuestros. Hay suciedad por todas partes.
“Nos bañamos en el río Bravo, cosa que nos han dicho que el río está contaminado», dijo Edith Waldan, una hondureña de 29 años que ya está en Estados Unidos, pero mantuvo en secreto su cita en CBP One porque temía ser secuestrada. “Pasamos hambre, calor, sufrimos y ni modo».
Los migrantes pueden solicitar citas desde cualquier parte del norte de México —incluso tan al sur como la Ciudad de México_, pero muchos aún se congregan en ciudades cercanas a la frontera con Estados Unidos.
Las autoridades federales estadounidenses dicen que, en general, es necesario intentarlo a diario durante seis a ocho semanas para obtener una cita en CBP One. Muchos migrantes entrevistados por The Associated Press indicaron que llevaban unos tres meses intentándolo, aunque algunos dijeron haber tenido suerte después de que sólo llevaban unos días tratando de obtener una cita.
El INM desea que el campamento improvisado en Matamoros sea desmantelado.
“La instalación del albergue tiene como objetivo proporcionar un espacio seguro y apropiado para aquellos que esperan atención para sus solicitudes de asilo», señaló la agencia en un comunicado.
El refugio nuevo se encuentra en un estacionamiento y una entrada pavimentada a un hospital que no se utiliza. En el piso se han marcado con gis los sitios donde las familias pueden colocar sus tiendas. Hay patrullas de seguridad, duchas portátiles, retretes, lavamanos y una cocina.
Los niños acudieron en masa a un nuevo campo de juegos ubicado en uno de los pocos espacios con césped en el refugio mientras los padres hacían fila para registrarse la semana pasada. Algunos voluntarios hicieron agujeros en las lonas para que hubiese mejor ventilación.
The Sidewalk School, un grupo que ofrece servicios médicos cerca del campamento, les dice a los migrantes que las condiciones son mejores en el refugio al aire libre cercado que en los campamentos improvisados, en los cuales se han incrementado los asaltos, pero es difícil convencerlos.
Joer, un venezolano de 33 años que lleva tres meses viviendo en el campamento y declinó dar su nombre completo por razones de seguridad, dijo que el albergue podría resultarle conveniente a las familias, pero siente que la implantación de un toque de queda socavaría una sensación de comunidad.
Joer vende bebidas, refrigerios y cigarrillos a migrantes en un área que durante la noche se llena de vida como si fuera una avenida, según dice.
“Imagínese (estar desde) las 22:00 de la noche encerrada y dando vueltas como un gallinero, como si uno fuera gallina”, señaló Joer, refiriéndose a la vida dentro del refugio.
El primer día que el albergue abrió sus puertas, Joer notó que unas 100 personas se fueron del campamento. Pero esa misma noche llegaron unos 300 migrantes nuevos.