El cantante de las FARC busca una nueva tonada

Washington Hispanic

AP

n un auditorio en penumbras de una universidad de Bogotá, no lejos de uno de los sitios desde donde la guerrilla más grande de Colombia lanzaba sus ataques, Julián Conrado canta sobre el sufrimiento de la guerra ante una audiencia embelesada.

“Quiero en vez de un fusil en mis manos llevar una flor”, dice Conrado, quien luce unos anteojos de marco grueso y un sombrero de fieltro que lo hace ver más como un padre pendiente de sus hijos que como alguien que se pasó tres décadas combatiendo en el conflicto armado más largo de América Latina.

“Díganme el cantor de la unidad”, declaró Conrado a la Associated Press en una reciente entrevista. “Me gusta eso».

Esta es una nueva vida para el “cantor de las FARC” (las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), que el año pasado firmaron un acuerdo de paz con el gobierno para poner fin a medio siglo de guerra.
En lugar de cantar los himnos de guerra a sus camaradas en la montaña, Conrado vive ahora en un campamento de desmovilización y de vez en cuando se aventura a algún espectáculo que atrae no solo a universitarios idealistas sino la ira de los sectores opositores a los acuerdos que dicen que no se le debería permitir esas presentaciones.

«Es inadmisible que terroristas de las FARC den conciertos musicales en Bogotá, sin aún haber confesado sus crímenes ni reparado a sus víctimas”, sostuvo el legislador conservador Daniel Palacios.

Conrado dice que considera esas críticas como una distracción temporal y que su objetivo es ser un mensajero de la paz y el perdón.

Sin embargo, el tema que más canta por estos días es uno que escribió en 1984, durante otro fallido intento de paz. Le ha costado componer material nuevo en estos primeros días de la era post-conflicto, por temor a que sus composiciones francas, con críticas sociales, causen más discordia que la que han provocado ya sus presentaciones.

“Ya hice una canción, pero no la quiero cantar”, dijo Conrado. “Veo la mirada de la gente… es como un brillo de paz”.

“Pero a veces veo otra gente…”, agregó, sin terminar la oración. “Ojalá que esté equivocado”.

Oriundo de la costa caribeña de Colombia, Conrado, cuyo nombre real es Guillermo Torres, aprendió a leer con los corridos. Desde pequeño se interesó en las causas de la izquierda y comenzó a organizar barrios para mejorar el acceso al agua y la electricidad, e incorporó la política a sus temas, lo que le generó críticas de las autoridades y amenazas de muerte.

Tras sobrevivir a un tiroteo en el que cree intentaron matarlo al salir de un edificio, Conrado decidió unirse a los rebeldes en las montañas. Estaba a punto de cumplir 30 años y nunca había disparado un arma.
Su guitarra acústica fue una de las pocas pertenencias que se llevó consigo.

En campamentos rebeldes y posteriormente en la cárcel, escribió vallenatos con acordeones, flautas y guitarra acústica. Tiene desde temas de amor ligeros hasta denuncias de las desigualdades sociales y de la violencia paramilitar, así como homenajes a compañeros muertos.

“Por nuestros muertos ni un minuto de silencio”, dice en una canción. “Toda una vida de combate”.

Los temas de Conrado sonaban en las fiestas de los rebeldes y eran difundidos con videos y CDs, que mostraban al rebelde alegre, como que fuera de lugar, tocando guitarra con su fusil AK-47 junto a él.

“Si hay alguien que ha hecho música en medio del conflicto, ha sido él”, declaró Fabián Ramírez, de Independencia Récords, que invitó a Conrado a una reciente presentación. “Si hay un referente cultural de las FARC, es él”.

Ser músico en la selva no fue fácil. Tres veces Conrado tuvo que abandonar sus guitarras al escaparles a los soldados del gobierno o a bombardeos. Pero nunca pasó más que unos pocos días sin una a su lado.

Una de las dos que usa hoy fue entregada por guerrilleros que viajaron en canoa para encontrarla. La otra la recibió en una celda de Venezuela, que según dice compartió con varios banqueros. A la primera guitarra la apodó “la guerrilla”, a la segunda “el oligarca”.

“Pero la oligarca también canta canciones revolucionarias”, aseguró Conrado.

Alguna vez el Departamento de Estados de Estados Unidos ofreció 2,5 millones de dólares por cualquier información que facilitase la detención de Conrado, identificado como un alto mando de las FARC y acusándolo de ayudar a elaborar e implementar sus políticas de tráfico de cocaína. Las autoridades colombianas lo han investigado por denuncias de terrorismo, desplazamientos forzados de civiles y reclutamiento de menores.

Durante un tiempo se creyó que Conrado había muerto en un ataque de fuerzas del ejército regular en el 2008, pero fue capturado en Venezuela en el 2011, viviendo supuestamente en una granja en la que se hacía pasar por ecuatoriano. Estuvo preso hasta el 2013, en que se le permitió viajar a Cuba para participar en las negociaciones de paz.

En la actualidad Conrado, de 62 años, vive bajo un toldo de plástico en un campamento de desmovilización cerca de la costa norte.

Independencia Récords lo invitó a él y a otros dos ex combatientes a presentarse a un concierto por la paz el domingo, aduciendo que era hora de que los colombianos de ciudades que no vivieron el conflicto en carne propia escuchasen “al otro bando”.

“Vienen a cantar no a disparar”, expresó Ramírez. “Y nosotros creemos que si tienen las manos ocupadas tocando una guitarra, pintando un cuadro, escribiendo un poema, o estando en un escenario, nunca tendrán que volver a la guerra”.

Conrado ofrece disertaciones y pequeñas presentaciones que no son anunciadas para tratar de pasar inadvertido. Pero en la Universidad Nacional llenó un auditorio con varios cientos de estudiantes que cantaron con él temas que por años fueron considerados tabú, que solo se escuchaban en privado o con gente afín.

“Las FARC eran parte de la insurgencia”, dijo Parra. “Ahorita es la oportunidad perfecta para encontrar ese ‘otro’ que estaba en las montañas”.