ara algunos en Cuba, Biden es la apuesta a un mejor futuro
AP
Washington Hispanic:
Hace cuatro años no se daban abasto. En la casona que alberga la marca de ropa “Clandestina”, en pleno corazón de La Habana Vieja, todo era un abrir y cerrar de puertas, con extranjeros que escogían bolsas, sudaderas y gorras entre anaqueles y ganchos.
Hoy, los estantes con ropa y accesorios aguardan por algún esporádico comprador. Aquel bullicio es el eco de un pasado brillante que fue posible en buena parte por el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Washington y el consecuente arribo masivo de viajeros, sobre todo estadounidenses…hasta que llegó Donald Trump.
Como otros miles de pequeños negocios que se beneficiaron del acercamiento con Estados Unidos durante el gobierno de Barack Obama, Idania Del Río y Leire Fernández, las dueñas de “Clandestina”, fijan la esperanza de un nuevo futuro para ellas y la isla con Joe Biden, quien prometió revertir las restricciones impuestas por su antecesor.
“Con que Biden permita viajar a Cuba, dé una imagen de Cuba como un país amigo… ya es un cambio radical para las cajas de los emprendedores”, dijo a The Associated Press, Fernández, de 44 años, en referencia a los propietarios de pequeños negocios.
En 2010, en un intento por aliviar las presiones a la economía de la isla, el entonces presidente Raúl Castro impulsó una reforma inédita en cinco décadas de socialismo y abrió la puerta a la iniciativa privada autorizando la creación de comercios particulares aún sin estatus de empresas desde restaurantes y tiendas como “Clandestina”, hasta talleres y hostales que ahora suman una fuerza laboral de 600.000 personas.
Y a finales de 2014 ocurrió algo impensable hasta entonces: Obama anunció un histórico deshielo de las relaciones con Cuba, reconoció que el embargo de más de 50 años contra la isla era inútil para presionar un cambio de modelo en la nación caribeña y dio inicio aunque de manera limitada a la normalización.
Por los años que Castro anunció las reformas, la diseñadora Del Río comenzó a soñar en abrir su propio negocio. Luego vino Obama con su decisión y todo se aceleró. Llegó 2015 y “Clandestina” vio la luz, justo a tiempo para sentir los efectos de la apertura acordada entre Washington y La Habana.
“La tienda era pequeña, no teníamos casi cosas y (de pronto) estábamos recibiendo mucha gente”, comentó a la AP, Del Río, de 39 años. “Se abrieron las embajadas, vinieron muchos norteamericanos, se firmaron convenios”, recordó. De un momento a otro comenzaron a agotarse las tallas grandes de las playeras ante la llega de extranjeros altos y gruesos.