Daniel Manzoni La patria en el corazón

Carolina Durn
LA NACIÓN

Desde sus años universitarios cada movimiento implicó un esfuerzo extra. Solo, dependiendo únicamente de él, Daniel escuchó a sus consejeros con especial atención a fin de mejorar su desempeño en la capital del gran país del norte: «Desde el comienzo me marcaron que tenía un acento muy argentino al hablar y me aconsejaron que tratara de leer y escribir bien el inglés, cosa que me tomé con seriedad. Asimismo, más adelante me dijeron que era `demasiado argentino´, que mejor me vuelva porque no lo iba a lograr. La verdad es que, en algunos círculos, me discriminabanpor mi acento y varios amigos locales no lo creían.

Hoy, en charlas, se dan cuenta de que el racismo tiene muchas aristas».
A la par de la mejora lingüística, el progreso de Daniel fue digno de admirar.

Pero a medida que la cultura urbana y competitiva de la ciudad se transformaba en su realidad habitual, el argentino descubrió hasta qué punto extrañaba sus tradiciones, su propia cultura, su patria lejana.

Fue así que, por el año 1987, acompañado de su pasión por la literatura, comenzó a trabajar como voluntario en la biblioteca de Arlington, con la idea de convertirse en bibliotecario bilingüe y unir las dos culturas.
«Comencé a investigar la comunidad del área de D.C. y comprendí que muchos hispanos llegan con un sentimiento de desarraigo intenso; desean continuar y ser partícipes activos de sus tradiciones cívicas y culturales», asegura. «Por ello, creé un comité argentino y a empecé planificar un festival».

Aquel sueño de Daniel no solo tomó forma un 25 de mayo de 1988, sino que se transformó en un hito de más tres décadas, que tiene entre sus metas mostrar a la Argentina al mundo en todos sus rubros y cualidades, y en donde participaron reconocidas figuras como Teresa Parodi y Ramona Galarza.
Entretanto, ingresó a trabajar para el gobierno federal en el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, puesto del que – luego de 25 años de carrera exitosa – se jubiló recientemente: «Salir de la Argentina fue un impacto muy grande que aún me cuesta resolver, pero en mi vida decidí poner todo de mí allí donde esté. Lograr jubilarme en Estados Unidos supuso un camino largo del que estoy orgulloso».

Al cerrar los ojos, las imágenes aceleradas de un 1976 imborrable resurgen en la memoria de Daniel, desordenadas pero intensas.
Aún se recuerda paralizado por el miedo, ahogado por la incertidumbre, pero dispuesto a darle pelea a sus peores pesadillas.

1987 lo vio volver. Un diciembre indescriptible para un joven adulto que había renacido en otra versión de su ser, pero que jamás había olvidado sus raíces:»Desde entonces, regreso todos los diciembres. Cada vuelta es un shock, pero pasado unos días me acostumbro. De la familia quedan los primos y es muy lindo pasar con ellos Navidad y Año Nuevo. De los viejos amigos quedan pocos y uno trata de evocar el pasado con esa nostalgia que nos caracteriza. No hay nada como compartir con aquellos amigos que lo conocen a uno en toda su esencia….»

Hoy, en este 2020 surrealista, se cumplieron 44 años desde que Daniel emprendió su camino hacia una vida inesperada.
En su travesía, tan impregnada de nostalgia como de bellos presentes, existió un sentimiento inseparable que supo animarlo y acompañarlo en los días solitarios y grises de su pasar como exiliado: el inmutable amor por su patria.

A través de su experiencia el argentino comprendió que, sin importar las razones y las distancias, se puede honrar y servir a la propia nación de múltiples formas, a fin de ayudarla a mejorar y florecer: en el año 2012, Daniel fue reconocido con el premio de oro al voluntario presidencial de los Estados Unidos, por haber dedicado una gran parte de su vida a hacer conocer a su amado país en tierra extranjera.

«Fueron tantas las veces en los que mis padres desconfiaron de un futuro posible en esta capital – por momentos hostil aunque maravillosa – y querían que regresara. Pero acá estoy, sobreviví e hice una carrera de 42 años por estas tierras, sin embargo, nunca dejó de ser un impacto cultural para mí», reflexiona el hombre de 66 años, casado con Carmen, y confinado hace tres meses en su hogar en tiempos de pandemia, desde donde continúa aprendiendo a través de sus libros, mientras espera el regreso a la «nueva normalidad» ansiada y a sus planes postergados.
«Cumplí mis 35 años de voluntario haciendo el Festival Argentino, que tuvimos que posponer para el 15 de mayo próximo. Un encuentro con la patria que nunca me dejó; un sueño cumplido de la unión de las culturas, hoy afectadas por otro tipo de destino inesperado. ¡Ojalá nos veamos en el 2021!», concluye emocionado.
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Regresos y aprendizajes
Al cerrar los ojos, las imágenes aceleradas de un 1976 imborrable resurgen en la memoria de Daniel, desordenadas pero intensas. Aún se recuerda paralizado por el miedo, ahogado por la incertidumbre, pero dispuesto a darle pelea a sus peores pesadillas.

1987 lo vio volver. Un diciembre indescriptible para un joven adulto que había renacido en otra versión de su ser, pero que jamás había olvidado sus raíces:»Desde entonces, regreso todos los diciembres. Cada vuelta es un shock, pero pasado unos días me acostumbro. De la familia quedan los primos y es muy lindo pasar con ellos Navidad y Año Nuevo. De los viejos amigos quedan pocos y uno trata de evocar el pasado con esa nostalgia que nos caracteriza. No hay nada como compartir con aquellos amigos que lo conocen a uno en toda su esencia….»

Hoy, en este 2020 surrealista, se cumplieron 44 años desde que Daniel emprendió su camino hacia una vida inesperada. En su travesía, tan impregnada de nostalgia como de bellos presentes, existió un sentimiento inseparable que supo animarlo y acompañarlo en los días solitarios y grises de su pasar como exiliado: el inmutable amor por su patria.

A través de su experiencia el argentino comprendió que, sin importar las razones y las distancias, se puede honrar y servir a la propia nación de múltiples formas, a fin de ayudarla a mejorar y florecer: en el año 2012, Daniel fue reconocido con el premio de oro al voluntario presidencial de los Estados Unidos, por haber dedicado una gran parte de su vida a hacer conocer a su amado país en tierra extranjera.

«Fueron tantas las veces en los que mis padres desconfiaron de un futuro posible en esta capital – por momentos hostil aunque maravillosa – y querían que regresara. Pero acá estoy, sobreviví e hice una carrera de 42 años por estas tierras, sin embargo, nunca dejó de ser un impacto cultural para mí», reflexiona el hombre de 66 años, casado con Carmen, y confinado hace tres meses en su hogar en tiempos de pandemia, desde donde continúa aprendiendo a través de sus libros, mientras espera el regreso a la «nueva normalidad» ansiada y a sus planes postergados.

«Cumplí mis 35 años de voluntario haciendo el Festival Argentino, que tuvimos que posponer para el 15 de mayo proximo Un encuentro con la patria que nunca me dejó; un sueño cumplido de la unión de las culturas, hoy afectadas por otro tipo de destino inesperado. ¡Ojalá nos veamos en el 2021!», concluye emocionado.