Nancy Reagan y su devoto amor

Editorial
Washington Hispanic

u gran determinación, su refinado gusto por la decoración y su personalidad firmemente conservadora hicieron de la recientemente fallecida Nancy Reagan una primera dama distinta. Pero por encima de todo ella dejó una huella indeleble como ejemplo de amor, lindante con la devoción, que demostró toda la vida hacia su esposo Ronald Reagan.

Ese amor y esa devoción se reflejaron no sólo en los 52 años de matrimonio cumplidos por la pareja sino en todos los momentos de su vida conyugal. Fue una imagen legendaria de la época ver a la primera dama observando extasiada a su cónyuge cuando él pronunciaba sus discursos.

Ella fue consejera cercana y protectora de Ronald Reagan, desde el momento en que el entonces popular actor de Hollywood decidió incursionar en la política. Lo acompañó en momentos estelares, primero cuando llegó a gobernador de California, y luego en el gran salto a la Casa Blanca en 1981.

Como primera dama, Nancy Reagan deslumbró por su afición a la moda, la decoración y el entretenimiento, que le valieron grandes elogios y también muchas críticas, hoy atemperadas por el reconocimiento casi unánime sobre los cambios certeros que dispuso para renovar la Casa Blanca.

Sin embargo, su mejor demostración de amor conyugal la dio años después cuando su “Ronnie” –como así lo llamaba- fue diagnosticado con el mal de Alzheimer. La devoción que ella sentía por su esposo afloró aún con mayor fuerza desde ese momento y a lo largo de 10 años, en la última parte de la vida del ex mandatario, hasta que le dio el doloroso último adiós hace 12 años, en el 2004.

Esa dignidad y esa perseverancia quedarán grabadas en la historia. Washington Hispanic se suma al duelo por la muerte de Nancy Reagan, ejemplo de una mujer inquebrantable y devotamente amorosa.