Una bolsa que piaba reveló un caso de contrabando de aves en el aeropuerto de Miami
Los 24 polluelos de loro de color verde lima piaban y giraban la cabeza cada vez que alguien se acercaba a las grandes jaulas donde vivían desde que salieron de los huevos en marzo.
Las aves, nativas de Centroamérica, fueron confiscadas a un contrabandista en el Aeropuerto Internacional de Miami y crecen en la Fundación de Conservación de Especies Raras, una labor constante que incluye alimentarlas a mano cinco veces al día en una sala llena de grandes jaulas.
Tienen apenas 9 semanas, pero estos loros ya han sobrevivido a un duro viaje tras ser arrebatados de sus nidos en un bosque. Ya tienen casi todo el plumaje y el personal ha empezado a cambiar su alimentación de una fórmula especial a una dieta de bolas de comida y fruta.
“¿Están listos para conocer a los niños?”, preguntó Paul Reillo, profesor de la Universidad Internacional de Florida y director de la fundación, mientras guiaba el viernes a los visitantes hasta un pequeño edificio tras una enorme casa en Loxahatchee, una población rural cerca de West Palm Beach.
“Son bebés criados a mano”, dijo mientras los polluelos piaban y miraban curiosos a los visitantes “Nunca han visto a mamá y papá, los hemos criado nosotros desde que salieron del huevo”.
Fueron los tenues trinos de los polluelos en una bolsa de mano en el aeropuerto de Miami lo que llamó la atención de un agente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus iniciales en inglés). El pasajero, Szu Ta Wu, acababa de llegar el 23 de marzo en el vuelo 392 de TACA Airlines desde Managua, Nicaragua, y hacía escala en Miami para regresar a su casa en Taiwán, según una denuncia penal presentada ante la Corte federal del Distrito en Miami.
Los agentes dieron el alto a Wu en un control. Se le preguntó por el ruido que salía de su bolsa, que Reillo describió después como una “sofisticada” hielera con temperatura controlada.
Wu metió la mano, sacó una bolsa más pequeña y le enseñó un huevo a un agente, según la denuncia. Entonces el agente miró dentro y vio más huevos y un diminuto pájaro sin plumas que acababa de romper el cascarón.
El hombre dijo al agente que había 29 huevos y que no tenía documentación para transportar los pájaros, según el documento legal.
Wu fue detenido y el 5 de mayo se le declaró culpable de contrabando de aves a Estados Unidos. Podría recibir una pena de hasta 20 años de prisión cuando se dicte sentencia el 1 de agosto.
Los documentos judiciales no mencionaban un abogado que pudiera hablar en su nombre, aunque Wu dijo a los investigadores, a través de un traductor de mandarín, que un amigo le había pagado para viajar desde Taiwán a Nicaragua para recoger los huevos. Dijo desconocer qué clase de pájaros eran.
El agente confiscó la bolsa y contactó con el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre. Para entonces, ocho de los pollos habían salido del huevo o estaban rompiendo el cascarón.
Las autoridades federales no tardaron mucho en contactar con Reillo.
“No sabían lo que eran estas cosas y querían mi opinión sobre ello”, comentó Reillo. Los polluelos de loro no tienen plumas, de modo que resulta difícil identificarlos adecuadamente.
En una carrera frenética por salvar a los polluelos, ayudó a instalar una incubadora improvisada en el aviario del Departamento de Agricultura en el aeropuerto.
Al día siguiente, la doctora Stacy McFarlane, veterinaria del Departamento de Agricultura y que atendió en un principio a los huevos y los pollos en el aeropuerto, con otros funcionarios, entregó los polluelos y los huevos que quedaban al proyecto de conservación de Reillo.
“En ese momento era todo una contrarreloj”, dijo. “Teníamos todos estos huevos, los polluelos estaban saliendo, la incubadora en marcha y para cuando todo terminó, logramos que 26 de los 29 huevos se abrieran, y 24 de los 26 polluelos sobrevivieron”.
Las normas del Departamento de Agricultura requerían que las aves estuvieran 45 días en cuarentena, de modo que Reillo y su equipo tenían que limpiarse al salir y entrar de la sala.
Pero seguían sin tener claro cuál de las 360 variedades de loros tenían entre manos.
Un equipo forense del Aeropuerto Internacional de Florida tomó muestras de ADN de las cáscaras y los pájaros muertos para identificar la especie. Descubrieron que los 24 loros sobrevivientes procedían de ocho o nueve puestas e incluían dos especies: loros de nuca amarilla o amazonas nuquigualdas y loros de cachetes amarillos, o amazonas frentirrojas.
Los dos son populares en el tráfico de animales y la industria de aves enjauladas porque son bonitos y tienen buen carácter, explicó Reillo.
La ruta de contrabando desde Centroamérica está consolidada desde hace años, señaló.
“De hecho, la mayor amenaza para los loros a nivel global es una combinación de pérdida de hábitat y tráfico”, dijo Reillo. El 90% de los huevos son robados por furtivos para el tráfico ilegal de loros, señaló.
BirdLife International considera a la amazona nuquigualda como “en peligro crítico”, con una población en libertad entre los 1.000 y los 2.500 ejemplares. La amazona frentirroja también está designada como de población menguante.
“La inmensa mayoría de estos casos de tráfico terminan en tragedia”, dijo Reillo. “El hecho de que los huevos se estuvieran abriendo el primer día de su viaje de Managua a Miami nos dice que es extremadamente improbable que alguno hubiera sobrevivido si (el pasajero) hubiera hecho todo el camino a su destino en Taiwán. Eso habrían sido otras 24 o 36 horas de viaje”.
Reillo tiene ahora el desafío de encontrar un hogar permanente para las aves, que pueden vivir, 60 o 70 años, o más. Está trabajando con los Servicios de Pesca y Vida Silvestre en un plan “para que los pájaros vuelen libres y ayuden a restaurar su especie en libertad”.
“Los loros viven mucho tiempo. Son criaturas conscientes. Son muy inteligentes, muy sociales y estos chicos merecen una oportunidad”, dijo. “La cuestión es, ¿dónde van a terminar? ¿Cuál va a ser su viaje? Acaba de comenzar”.