La dura travesía de los venezolanos por el sueño americano
Brigitte, es una mujer de nacionalidad venezolana que, junto a su familia, decidieron escapar de la crisis que se vive en su país de origen y buscar un mejor futuro en Estados Unidos, donde actualmente pueden vivir dignamente y darles a sus hijos las oportunidades que difícilmente podrían haber conseguido en Venezuela.
El pasado agosto, Brigitte y su esposo, decidieron acabar con la incertidumbre y crisis económica que vivían desde hace más de una década en su país natal. Junto a sus tres hijos de 2, 9 y 11 años de edad, estaban obligados a subsistir con 20 dólares al mes, una tarea insostenible para cualquier familia.
La travesía que embarcaron duraba dos meses, era un camino extenso, complicado y de alto riesgo, pero la esperanza de encontrar una luz al final del túnel los mantuvo fuertes. Lo único que buscaban era tener oportunidades que su país natal les niega. “Por los hijos, por la familia, una tiene que seguir adelante”, dijo Brigitte.
Empezaron este largo camino por Piedras Negras, México, donde tuvieron que pasar 4 días deambulando y durmiendo en las calles. La comida y el agua la obtenían gracias a personas bondadosas que residían en el área.
Luego de llegar a su siguiente parada, quedaron complemente sorprendidos por las miles y miles de personas que se encontraban allí. En el lugar, había personas de Honduras, Venezuela, México y otras varias nacionalidades, que al igual que ellos, deseaban gestionar su próxima parada.
Pasada esta etapa, se dirigieron a Monterrey, pues debían esperar una caravana de más de mil personas a la cual decidieron unirse. Tuvieron que caminar por 6 días más y descansar donde les cayera la noche. A pesar del cansancio y no poder dormir por velar el sueño de sus hijos, Brigitte no dejaba de pensar en su meta: “Mi meta era llegar a los Estados Unidos y darles un buen futuro a mis hijos”.
A medida que pasaban los días, la caravana se fue dispersando, y a un kilómetro de llegar al río, Brigette y su familia fueron interceptados por presuntos “oficiales de inmigración”, los cuales intentaron persuadir a la familia de que suban a sus camionetas sin presentar ningún documento de identificación.
Ante tal situación, Brigitte y su familia se alarmaron, por lo que empezaron a gritar y pedir auxilio hasta que decidieron correr. Los supuestos oficiales, al ver esta reacción, aceleraron y desaparecieron en el camino.
En las siguientes rutas, diversos individuos intentaron hacer lo mismo y los interceptaron pidiendo ciertos “códigos” que, al parecer, son códigos que los coyotes proveen a las personas que transportan ilegalmente.
Con mucho frío, temor y después de varios días, Brigitte y su familia llegaron a un centro de inmigración, en el cual, exhaustos mental y físicamente, se entregaron a las respectivas autoridades. Una vez allí, se percataron del gran número de personas que se encontraban en el local. Todos, al igual que ellos, se veían cansados, con hambre y sedientos, sólo con fuerzas para entregarse a las autoridades y tener la esperanza de llegar a su destino final.
Brigitte y su familia fueron transportados a tres diferentes refugios, y finalmente, enviados a Washington, DC con una nota en la cual estaba escrita la dirección a la que debían acudir para su cita migratoria. Sin embargo, al percatarse de que la dirección correspondía a oficinas del gobierno y no a un lugar donde ella y su familia podrían instalarse temporalmente, comenzaron a caminar por las calles. A pesar de no tener dónde pasar la noche, por el simple hecho de pisar suelo americano se sintieron finalmente libres; los años de vivencia oprimida y sin esperanzas de un mejor futuro habían terminado. Aunque eran conscientes que pasarían momentos difíciles, lo que venga no podía ser peor que vivir en una Venezuela colapsada social, política y económicamente.
En el camino, una buena samaritana se acercó y les dio $20. Además, ella los condujo a una iglesia cercana, la cual les brindó refugio, comida y apoyo.
Hoy, Brigitte, su esposo y sus tres hijos de 2, 9 y 11 años, rentan un pequeño cuarto en Culmore, Falls Church. El esposo de Brigitte trabaja como mecánico y Brigitte busca activamente oportunidades para generar ingresos y sacar adelante a su familia.
Irónicamente, los mismos $20 que en Venezuela ganaban de forma mensual, en los Estados Unidos de América tuvieron otro significado muy diferente; un significado de esperanza y oportunidades que brinda el ya conocido sueño americano.