Aumento de tasas de interés afecta a nivel global
Cuando la Reserva Federal eleva las tasas de interés, como hizo el miércoles, el impacto de esa medida se siente incluso afuera de Estados Unidos: Afecta a los comerciantes de Sri Lanka, los campesinos de Mozambique y a las familias pobres de todo el mundo.
No solo resultan más costos los préstamos, sino que las monedas nacionales se devalúan.
“Genera presiones en todo tipo de países en desarrollo”, expresó Eric LeCompte, director ejecutivo de la Jubilee USA Network, una coalición de organizaciones que combaten la pobreza en todo el mundo.
La directora general del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, se mostró tan alarmada por los aumentos en las tasas de interés el mes pasado que dijo que los bancos centrales deben “estar conscientes del impacto (de esas medidas) en las vulnerables economías de (países) emergentes y en desarrollo”.
El FMI redujo su pronóstico de crecimiento económico este año en los países en desarrollo y emergentes al 3,8%, un punto porcentual por debajo del pronóstico que hizo en enero.
La “Fed” subió el miércoles medio punto su tasa de referencia a corto plazo, llevándola a su nivel más alto desde que comenzó la pandemia hace dos años, y dijo que es posible que haya nuevos aumentos.
Los incrementos en las tasas de interés en Estados Unidos afectan a otros países de distintas maneras. Para empezar, pueden desacelerar la economía estadounidense y reducir la demanda de bienes importados.
También inciden en las inversiones globales. Al subir las tasas de interés en Estados Unidos, los bonos del gobierno y de las empresas resultan más atractivos para los inversionistas, que retiran dinero del exterior y lo invierten en bonos. Estos vuelcos hacen subir el valor del dólar y devalúan las divisas de otros países.
Las devaluaciones son problemáticas porque encarecen los precios, sobre todo de los bienes importados. Esto resulta particularmente inquietante en un momento como este, en que hay problemas de suministro y la guerra en Ucrania afecta las entregas de granos y fertilizantes, haciendo que suban los precios de los alimentos a nivel mundial.
Para proteger sus divisas, los bancos centrales de los países en desarrollo tienden a subir sus propias tasas de interés. Algunos ya empezaron a hacerlo. Esto tiene graves consecuencias: Reduce el crecimiento, genera desempleo y golpea a los negocios que tienen deudas. También obliga a los gobiernos endeudados a asignar más dinero de su presupuesto para el pago de los intereses sobre la deuda y menos a cosas como la lucha contra el COVID-19 y la pobreza.
Georgieva, del FMI, dice que el 60% de los países de bajos ingresos ya están en un nivel de endeudamiento alarmante, o se acercan a ese nivel, en el que los pagos de la deuda equivalen a la mitad de sus economías.
A pesar del peligro de daños colaterales, se espera que la Fed disponga nuevos aumentos de las tasas de interés este año para combatir la inflación en Estados Unidos. La inflación es consecuencia de la recuperación inusitadamente fuerte de la economía tras la recesión causada por la pandemia del coronavirus, que tomó por sorpresa a las empresas y las obligó a buscar más empleados y suministros para satisfacer la demanda. El resultado de esto ha sido escasez de productos, demoras en las entregas y precios más altos. En marzo, los precios al consumidor subieron un 8,5% respecto al año pasado. Fue su incremento más alto desde 1981.
La Fed aspira a producir lo que se describe como un “aterrizaje suave” de la economía, subiendo las tasas lo suficiente como para contener la inflación, pero sin generar una recesión.
Los países en desarrollo temen que la Fed esperó demasiado para intervenir y requerirá medidas más fuertes para frenar la inflación.
“Hubiera sido mucho mejor si se movilizaban cuando empezó el problema”, opinó Liliana Rojas-Suárez, senior fellow del Center for Global Development.
Históricamente, a la Fed no le ha resultado fácil producir aterrizajes suaves. La última vez que lo intentó, fue a mediados de la década de 1990, cuando la Fed estaba encabezada por Alan Greenspan y sus medidas causaron serios trastornos en muchas naciones en desarrollo.
“Estados Unidos pudo frenar la inflación y evitar una recesión”, expresó Rojas-Suárez, “pero creó serios problemas en los mercados emergentes”. De hecho, hubo crisis en México, Rusia y buena parte de Asia.
Robin Brooks, el principal economista del Institute of International Finance, dice que muchos mercados emergentes tienen economías mucho más sólidas ahora.
Por un lado, reforzaron sus reservas de divisas extranjeras, a las que pueden apelar los bancos centrales para respaldar sus monedas o cumplir con los pagos de sus deudas en una época de crisis.
En la antesala de la crisis financiera que sufrió Asia en 1997-98, por ejemplo, las reservas de Tailandia equivalían el 19% de su economía y hoy son el 47%, según el instituto, que monitorea el funcionamiento de los bancos.
Brooks señala que el aumento de los precios de las materias primas beneficia a los países exportadores, como Nigeria (petróleo) y Brasil (soya). Pero muchas naciones siguen siendo vulnerables a estos sacudones financieros. Sobre todo las que dependen mucho del petróleo y de otros productos importados, y que tienen pocas reservas.
Rojas-Suárez estima que Sri Lanka es una de las naciones más expuestas. El mes pasado suspendió el pago de su deuda y negocia una restructuración del plan de pagos con el FMI. También enfrentan situaciones complicadas Túnez, Turquía y Mozambique.
El aumento en las tasas de interés de Estados Unidos no siempre provoca desastres en los países en desarrollo. Si suben porque la economía estadounidense es saludable, los países exportadores tendrán más oportunidades de vender sus productos al mercado norteamericano.
Pero las consecuencias son muy diferentes cuando la Fed interviene para reducir el crecimiento y combatir la inflación, como sucede ahora.
Se asesta un duro golpe a países que luchan por pagar sus deudas, tienen mucha gente que no se ha vacunado contra el COVID-19 y donde suben los precios de los alimentos.
“Agrega más presiones” sobre le economía, dice LeCompte. “¿Qué tanta presión pueden soportar los gobiernos?”.