La esperanza del oficialismo en Chile se apellida Guillier
AP
Washington Hispanic
ntes de que su nombre figurara entre los favoritos para imprimirse en las boletas que revelarán al próximo presidente de Chile, Alejandro Guillier era un popular periodista que cuestionaba la situación de su país a través de un programa de debate llamado “Tolerancia Cero”. Guillier fue uno de sus creadores en 1999 y el nombre del show se inspiraba en una política homónima creada en Nueva York para castigar infracciones que pusieran en riesgo a la ciudadanía.
El izquierdista de 64 años no se ha cansado de reafirmar su desapego de los partidos políticos, pero ahora aspira a reemplazar a Michelle Bachelet como candidato del oficialismo. De este modo, encabeza la dividida coalición Nueva Mayoría (NM) y entre otras cosas ha prometido dar seguimiento a las reformas estructurales de Bachelet, quien entregará el poder en 2018 con una importante baja en su popularidad.
Guillier también ha propuesto avanzar con temas como gratuidad educacional, fortalecer la salud básica y mejorar las pensiones de millones de jubilados.
La NM se fracturó por tensiones internas, especialmente entre comunistas y demócrata cristianos, lo que llevó a estos últimos a designar un candidato propio, algo inédito en la centroizquierda desde el retorno a la democracia en 1990.
Según indican todas las encuestas, en las elecciones Guillier pasará a segunda vuelta, donde competirá con el aspirante de la oposición derechista, el exmandatario Sebastián Piñera (2010-2014).
Guillier es casi nuevo en la política. Entró de lleno a ella en 2013 cuando conquistó una senaduría por la ciudad de Antofagasta, 1.370 kilómetros al norte de Santiago, con el respaldo del pequeño Partido Radical (PR). Aunque nunca perdió la intención de mantenerse como independiente, para colarse al Congreso tuvo que postularse a través de un partido ya posicionado para respetar las reglas del sistema electoral chileno.
Sus allegados niegan que tenga mal carácter, pero no es inusual que se muestre molesto cuando un escenario político no le favorece. Durante su campaña se ha enfrentado con fiscales, jueces, compañeros de partido e incluso con la prensa.
«Yo no soy el papito de nadie. Soy el candidato de una coalición y partidos que tienen como 80 años de historia no necesitan que yo les venga a decir cuáles son sus deberes», dijo alguna vez a El Diario de Radio Cooperativa.
Sin embargo, el candidato pareciera ser distinto con su familia. Durante un viaje conoció a María Cristina Farga, una antropóloga que tenía dos hijos y recién salía de un divorcio complicado. Tiempo después se casaron y tuvieron un hijo mutuo que decidieron llamar como él.
Sus amigos y familiares coinciden en destacar lo enamorado que está de su mujer. Según dijo uno de sus hijos a la AP, su madre pidió a Guillier un bote artesanal para uno de sus cumpleaños, pero cuando lo fueron a buscar ya no había chicos. Al final compraron uno grande, de unos cuatro metros, y hoy está a la entrada de la casa familiar, en las faldas de la precordillera de los Andes.
Y aunque su matrimonio no ha estado exento de críticas y rumores debido a que Farga no le acompaña en todas sus actividades políticas, el propio Guillier ha dicho que ella padece fatiga crónica y por eso no puede seguirle el paso.
Los días que no se dedica a la política —generalmente los domingos— Guillier disfruta de su hogar. De acuerdo a lo que cuenta su hijo Cristóbal, su familia se reúne esos días en la casa del candidato. “Él siempre va a comprar. Todavía prepara el almuerzo”.
Quizá su desenvolvimiento en el ambiente familiar, el periodismo y la política no es casual. César Trabuco, compañero de colegio y universidad de Guillier, dice que es un gran conversador. Según dijo a la AP, en Antofagasta le decían “el yerno favorito” porque las mamás de sus novias lo encontraban encantador y él conversaba con ellas largamente. Además, cuenta Trabuco, era conocido como “el regalón de las abuelitas” por la atención y amabilidad con que las trataba.
Años después, al buscar el poder, Guillier se dio a la tarea de reunir 33.500 firmas para inscribir su candidatura como independiente y al final casi las duplicó.
La popularidad que alcanzó dependió en gran medida del reconocimiento y confianza que se labró como periodista. Al ser conductor de noticieros y creador de “Tolerancia Cero”, la cercanía con el electorado fue inevitable.
Como en su momento le sucedió a Bachelet, las encuestas lo encumbraron hasta convertirse en el candidato presidencial del oficialismo con mejores posibilidades de enfrentar a la oposición.
Los miembros del PR lo proclamaron candidato en enero de este año y después fue apoyado por la cúpula del Partido Socialista (PS), que en una votación secreta le cerró el camino a al expresidente Ricardo Lagos, quien gobernó Chile entre 2000 y 2006 y nuevamente buscaba el poder. Tras este giro, Guillier recibió el apoyo de otros partidos pequeños de la coalición.
El rechazó a Lagos se debió a que éste no logró superar 5% en las preferencias del electorado, mientras que Guillier seguía ganando adeptos.
Y aunque ahora las encuestas no posicionan a Guillier a la delantera —Piñera cuenta con 44,4% de las preferencias mientras que él alcanza 19,7%— es la única opción del oficialismo para mantenerse en el poder. Para ganar, tendría que sumar votos de la NM, el PDC, el Frente Amplio —que precede la también periodista Beatriz Sánchez— y del Partido Progresista del ex diputado socialista Marco Enríquez, en la segunda vuelta del 17 de diciembre, cuando sólo se requiere mayoría simple.
De este modo, tiene poco más de un mes para acercar sus propuestas a los votantes y centrar la atención en las mejoras que requieren sectores como salud, pensiones y recuperar el crecimiento económico. En este tiempo, Guillier deberá demostrar si posee o no un liderazgo que logre mantener a la izquierda en la presidencia de Chile.