Escarabajos hacen abono en Colombia y son exportados a Japón
Tres escarabajos amarillos con machas negras y cuernos que les salen de la cabeza y el tórax se aferran a la camisa de Germán Viasus Tibamoso, un ingeniero ambiental colombiano que transforma residuos de alimentos en abono con ayuda de las larvas de esos insectos y que, cuando son adultos, los exporta a Japón donde son considerados mascotas.
Viasus les susurra palabras en japonés para moverlos de lugar para acostumbrarlos al idioma de quienes en un futuro podrían cuidarlos, según explicó.
La particular escena ocurre con frecuencia en la zona rural de Tunja, una ciudad a 150 kilómetros al noreste de Bogotá, donde se ubica la empresa Tierra Viva que comercializa los productos de los escarabajos por medio de una criptomoneda propia.
Todo sucedió por accidente, recordó Viasus. En el año 2000 era un investigador de posgrado cuando intentaba hacer un abono orgánico con lombrices que resultó un fracaso. Sin embargo, en los sacos de tierra encontró larvas de escarabajos y allí nació la hipótesis de que estos insectos podían servir para hacer un abono orgánico, que ha recibido el aval de las autoridades ambientales colombianas.
La planta de producción es sencilla. En zanjas de cemento se ubican toneladas de tierra con desechos orgánicos como huesos, residuos de frutas y verduras. La complejidad está en el trabajo de los escarabajos.
La empresa recibe varias veces a la semana residuos orgánicos de las poblaciones aledañas que son puestos en las zanjas y cubiertos con tierra. Luego introducen en la tierra las larvas para que consuman los residuos orgánicos durante 16 horas al día.
“Las larvas tienen unas mandíbulas que rasgan el residuo y lo van succionando. Una vez en el tracto digestivo vamos a encontrar millones de microorganismos que transforman los nutrientes que tiene cualquier residuo orgánico y nos van a entregar nitrógeno, fósforo, calcio”, explicó Viasus a The Associated Press.
El proceso dura cuatro meses y es entonces cuando la tierra pasa por un tamiz que logra separar el abono y las larvas, que ya tienen un tamaño mayor y están listas para convertirse en escarabajos. Las hembras -que se distinguen porque no tienen cuernos- y los machos se aparean y pueden poner hasta 45 huevos. Son esas larvas las que luego iniciarán de nuevo todo el proceso con los residuos orgánicos.
Los escarabajos adultos emprenden un viaje diferente. Desde 2004 son exportados a 17 países para fines de investigación científica y a Japón para el mercado de mascotas, por los que pueden pagar hasta 150 dólares.
Japón restringe la importación de unas 150 especies extranjeras, pero la mayoría de los escarabajos siguen estando permitidos por no considerarse perjudiciales para el medio ambiente, aunque se insta a los cuidadores a no dejarlos en libertad. Algunos expertos han pedido que se endurezcan las restricciones a las importaciones de escarabajos.
Este año la empresa ya ha exportado 100 escarabajos a Tokio con permiso ambiental, especialmente de la especie “Dynastes hercules”, que pueden llegar a medir hasta 17 centímetros. El año pasado fueron exportados 300 de estos insectos en pequeñas cajas plásticas con ventilación y alimento.
Para dichas transacciones la empresa desarrolló una criptomoneda llamada “Kmushicoin” que debe su nombre a la palabra japonesa “kabutomushi”, que significa escarabajo.
Carmelo Campos, técnico encargado de la criptomoneda, indicó a AP que la idea nació para evitar el trámite y la comisión que cobran los bancos u otras plataformas de pago. Actualmente “Kmushicoin” está en 1,67 dólares y su precio máximo fue de 3,90 dólares.
Para el mercado interno en Colombia también se promueve el uso de la criptomoneda, aunque se da la opción de pagar en efectivo ante la alta brecha digital del país.
Viasus, de 52 años, sueña con que su proyecto crezca en los próximos 100 años, no sólo como una planta de producción de abono sino para reforestar bosques nativos con ayuda del abono orgánico y continuar con la investigación científica de los escarabajos. Para eso entrena a algunos pupilos a quienes espera heredar su emprendimiento.
“La dificultad es grande en Colombia… pues lo hacemos sin ningún apoyo del Estado ni de ninguna entidad. En cualquier país del mundo, ante un proyecto como éste, se recibiría mucho apoyo”, aseguró Viasus.