Buscando asilo y empleo, migrantes reubicados desde Nueva York hallan hostilidad
Antes de marcharse de Mauritania, la nación de África Occidental donde nació, Mohamed pensaba en Nueva York como un lugar que lo recibiría con los «brazos abiertos”, un refugio para migrantes que huían de unas circunstancias espantosas.
Ahora que está aquí, solicitando asilo político de un gobierno que temía que lo matara, no se siente bienvenido. A sus 19 años, se ha convertido en un peón en un creciente enfrentamiento entre la Ciudad de Nueva York y las comunidades suburbanas y del norte del estado, que están recurriendo a demandas, órdenes de emergencia y presiones políticas para mantener alejadas a personas como él.
Mohamed es uno de los alrededor de los 400 migrantes extranjeros que la ciudad ha alojado este mes en un reducido número de hoteles en otras partes del estado para aliviar la presión sobre su saturado sistema de albergues para gente sin hogar.
Algunos de los solicitantes de asilo reubicados dicen que ahora se arrepienten de haber abandonado la ciudad debido a la falta de oportunidades laborales y de recursos para seguir adelante con sus casos, además de por la recepción hostil.
“Se está mejor en la Ciudad de Nueva York”, afirmó Mohamed. Allí, nadie maldecía ni te decía “regresa a tu país”.
The Associated Press no utiliza el nombre completo de Mohamed a petición suya para proteger la seguridad de su familia en Mauritania. Allí, Mohamed contó que se había unido a un grupo de jóvenes para denunciar la corrupción gubernamental y los abusos contra los derechos humanos, incluyendo denuncias de esclavitud moderna. Días después, añadió, un grupo de hombres lo metió en un auto sin matrícula, lo llevaron a una sala secreta y lo golpearon con saña durante dos días.
Tras un viaje que lo llevó a cruzar la frontera sur de Estados Unidos desde México, acabó en un sistema de albergues de la Ciudad de Nueva York que le pareció aterrador y masificado. En uno en Brooklyn, una habitación con 40 camas, alguien le robó las pocas posesiones que le quedaban mientras dormía.
Así que cuando a principios de mes los trabajadores sociales le ofrecieron la posibilidad de trasladarse, prometiéndole más espacio y oportunidades de trabajo, Mohamed aceptó. Se unió a otros solicitantes de asilo en dos hoteles situados a unos kilómetros (millas) de la pequeña ciudad de Newburgh, en el valle del río Hudson, a dos horas al norte de la ciudad.
Funcionarios republicanos del condado han acusado a la ciudad de descargar sus problemas sobre sus vecinos e insinuaron que los recién llegados suponen un peligro.
La semana pasada, Steven Neuhaus, ejecutivo del condado de Orange, logró una orden de restricción temporal que impide que la ciudad envíe más migrantes allí. Más de dos docenas de condados en todo el estado han declarado emergencias en un intento de impedir la llegada de migrantes, incluso algunos donde no había ninguna prevista.
Hasta a 644 kms (400 millas) al norte de la ciudad, funcionarios del condado de Niágara han advertido de una inminente amenaza de seguridad y prometieron sanciones penales penales para los hoteles que alojen a solicitantes de asilo.
El alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, dijo que continuará con sus esfuerzos para dispersar a algunos de los más de 40.000 solicitantes de asilo que actualmente están a cargo de la ciudad.
Mientras, algunos que se unieron a la ola inicial de reubicaciones han regresado ya al sistema de albergues de Nueva York. Quienes no tienen dinero para el transporte, como Mohamed, dicen que están atrapados.
“Es como el desierto», lamentó Mohamed, que estudió derecho y aprendió inglés de forma autodidacta en Mauritania. “Aquí no hay nada para nosotros».
Algunos solicitantes de asilo dicen sentir que fueron atraídos al norte del estado con falsos pretextos y sostienen que los trabajadores sociales les describieron un panorama donde las economías locales necesitaban mano de obra migrante. En su lugar, han sufrido una oleada de acoso.
“Hay gente que pasa constantemente en grandes camionetas diciéndoles que regresen a su país», dijo Amy Belsher, una abogada de la Unión de Libertades Civiles de Nueva York, describiendo un fenómeno del que también fue testigo un reportero de la AP.
“Es un resultado completamente previsible que los funcionarios locales se suban al carro del veto a los migrantes», agregó. El grupo ha presentado una demanda contra los condados de Orange y Rockland por supuesta discriminación contra los migrantes.
Un abogado del condado de Orange, Richard Golden, afirmó que era “absolutamente ridículo» acusar al gobierno local de fomentar la xenofobia. La demanda presentada contra la Ciudad de Nueva York, agregó, se basa en una directiva administrativa de 2006 que obliga a las municipalidades a cumplir ciertos requisitos antes de trasladas a personas sin hogar.
La desinformación entre los residentes locales no ha ayudado, incluyendo la falsa denuncia de que los migrantes han desplazado a veteranos sin hogar en los hoteles, una historia muy difundida pero que ha sido desmentida.
El peruano Jhonny Neira ofreció una valoración más ambivalente de su etapa en Newburgh. Este solicitante de asilo de 39 años describió una reciente visita dominical a una iglesia en la que se sintió bienvenido por la congregación, a pesar de no entender el sermón en inglés.
“Soy una persona respetuosa, trabajadora», dijo en español. “Creo que si me conociesen, confiarían en mi».
El numero de cruces en la frontera entre Estados Unidos y México se ha reducido desde el 11 de mayo, cuando el gobierno del presidente Joe Biden comenzó a aplicar nuevas normas que buscan que los migrantes soliciten asilo online en lugar de entrar al país de forma ilegal. Pero Nueva York y otras ciudades a las que se dirigen los migrantes siguen lidiando con las miles de personas que ingresaron antes de la entrada en vigor de esas medidas.
En el hotel Crossroads de Newburgh viven ahora hombres de Sudamérica y América Central, Senegal, Egipto, Mauritania y Rusia. Hablan en francés, inglés y español mientras patean una pelota en el estacionamiento del hotel, junto a un restaurante y a un nudo de autopista. A unos pocos metros (yardas), un hombre que en su día trabajó como barbero en Venezuela ofrece cortes de pelo por 5 dólares mientras otro barre.
Para lograr el asilo en Estados Unidos tendrán que demostrar que tienen un “temor fundado a la persecución” por su raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a algún grupo social en particular.