Trump dice que no asistirá a juramentación de Biden

AP
Washington Hispanic:

Cuando faltan apenas 12 días para el final de su mandato, el presidente Donald Trump anunció el viernes que no asistirá a la juramentación del presidente electo Joe Biden el 20 de enero, a pesar de su mensaje de la víspera de que se esforzaría por garantizar una “transición del poder tranquila, en orden y armoniosa” a su sucesor.

Trump no dio indicios acerca de qué hará durante sus últimas horas en el cargo. Será el primer presidente desde Andrew Johnson (1865-1869) que no asistirá a la juramentación de su sucesor. Tradicionalmente, los presidentes entrante y saliente van juntos al Capitolio para la ceremonia como símbolo de una transición pacífica.

Hace dos días, una turba violenta de seguidores de Trump tomaron el Capitolio durante varias horas mientras los legisladores contaban los votos electorales que certificaron la victoria del demócrata.

Biden será presidente el 20 de enero al mediodía, independientemente de lo que haga Trump.

“A todos los que han preguntado, no asistiré a la juramentación el 20 de enero”, tuiteó Trump. Fue una decisión prevista, ya que durante meses Trump declaró falsamente que ganó la elección del 3 de noviembre y proclamó denuncias infundadas de fraude electoral. Su propio gobierno, sin embargo, dijo que la elección se realizó de manera normal.

Se prevé que el vicepresidente Mike Pence asista a la ceremonia.

El equipo de transición de Biden no hizo declaraciones sobre el anuncio de Trump, pero Jen Psaki, quien ocupará el cargo de secretaria de prensa del nuevo mandatario, dijo el mes pasado que la asistencia o no de Trump no estaba entre las principales preocupaciones de Biden.

En un video desde la Casa Blanca el jueves, Trump condenó la violencia desatada en su nombre un día antes en el Capitolio. A continuación, por primera vez frente a una cámara, reconoció que se aproxima el fin de su presidencia, aunque en ningún momento mencionó por su nombre al presidente electo Joe Biden ni dijo explícitamente que había perdido.

“El 20 de enero prestará juramento un nuevo gobierno”, dijo Trump en el video. “Mi atención se centra ahora en garantizar una transición del poder tranquila, en orden y armoniosa. Este es un momento que exige sanación y reconciliación”.

El discurso, aparentemente diseñado para sofocar los llamados hacia su salida anticipada y forzada de la Casa Blanca, fue la culminación de una jornada en la que el presidente acorralado permaneció fuera de la vista pública en la Casa Blanca. Bloqueadas algunas de sus líneas de comunicación preferidas en internet, recibió las renuncias de varios de sus aliados principales, entre ellas las de dos secretarias del gabinete federal.

Y mientras las autoridades analizaban las secuelas de la toma del Capitolio por parte de una turba trumpista, se multiplicaban las discusiones sobre la posibilidad de someterlo a un segundo juicio político o de invocar la 25ta Enmienda constitucional, bajo la cual el vicepresidente y una mayoría del gabinete pueden pedir —y el Congreso confirmar— su destitución por incapacidad.

La invasión del edificio del Congreso, un poderoso símbolo de la democracia de la nación, sacudió a los republicanos y a los demócratas por igual. Batallaron en torno a cuál es la mejor manera de contener los impulsos de un presidente considerado demasiado peligroso para controlar sus propias redes sociales, pero que sigue siendo el comandante en jefe del ejército más poderoso del mundo.

“No me preocupan las próximas elecciones, me preocupa superar los siguientes 14 días”, dijo el senador republicano Lindsey Graham, uno de los aliados más incondicionales de Trump. Condenó el papel del mandatario en los disturbios del miércoles y dijo: “Si algo más pasa, todas las opciones están sobre la mesa”.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, declaró que “el presidente de Estados Unidos incitó una insurrección armada contra Estados Unidos”. Señaló que Trump era “una persona muy peligrosa que no debería seguir en el cargo. Esto es urgente, una emergencia de magnitud mayúscula”.

Ninguna de las opciones para retirar a Trump del cargo parecía ser algo probable, pues que queda poco tiempo en su mandato para juntar a los miembros del gabinete necesarios para invocar la enmienda o para organizar las audiencias y el proceso necesarios para un juicio político, pero el hecho de que esas drásticas opciones fueran siquiera objeto de discusión en los pasillos de poder de Washington, sirvió como una advertencia para Trump.

Los temores en torno a lo que un presidente desesperado podría hacer en sus últimos días en el cargo se propagaron en la capital de la nación y más allá. Incluso había conjeturas de que Trump podría incitar a más violencia, realizar nombramientos precipitados, emitir indultos imprudentes —incluso para él y su familia— o hasta desencadenar un incidente internacional desestabilizador.

El video del presidente, que fue publicado el jueves luego de que se terminó la suspensión de su cuenta de Twitter, fue completamente distinto al que había subido apenas 24 horas antes, en el que le dijo a la violenta turba: “Los amamos. Son muy especiales”. Su negativa a condenar la violencia provocó una avalancha de críticas y, en el nuevo video, finalmente censuró “la anarquía y el caos” de los manifestantes.

Los asistentes dijeron que el video también tenía como objetivo frenar un éxodo masivo de personal y evitar posibles problemas legales para Trump una vez que deje el cargo. El consejero de la Casa Blanca Pat Cipollone ha advertido repetidamente al presidente que podría ser considerado responsable de incitar la violencia del miércoles.

En cuanto a sus sentimientos por dejar el cargo, dijo a la nación que “ser su presidente ha sido el honor de mi vida”, al tiempo que insinuó su regreso a la arena pública. “Nuestro increíble viaje apenas está comenzando”, afirmó.

Pocos ayudantes tenían idea de los planes del presidente, y algunos se preguntaban si Trump permanecería fuera de la vista hasta que dejara la Casa Blanca. Pero el presidente ha pedido a los asistentes que exploren un posible viaje de despedida la semana que viene a la frontera con México como medio para destacar sus políticas de inmigración.