Periodista entrega credencial del Pentágono, pero no su compromiso

Después de veinte años de cubrir el ejército estadounidense, hoy entregué mi credencial de prensa del Pentágono.

 

Mi foto pronto será retirada de la pared afuera de la sala de reuniones, donde está colgada entre tantas colegas mucho más talentosas que han narrado la historia de la defensa estadounidense durante décadas.

 

Eso es todo lo que cambia; mi compromiso de cubrir a los hombres y mujeres del ejército de Estados Unidos y la institución a la que sirven sigue siendo exactamente el mismo.

 

El Pentágono ha introducido una nueva política que requiere que los periodistas firmen un memorando advirtiendo que las credenciales de prensa pueden ser revocadas por “solicitar” incluso información no clasificada que no haya sido autorizada oficialmente para su divulgación.

 

El documento de 17 páginas también restringe la circulación de los periodistas dentro del edificio y les prohíbe poseer u obtener material no autorizado. Quienes decidan no firmar perderán sus credenciales.

 

Me negué.

 

Esa decisión no fue un acto de protesta. Fue un acto de principios. Durante dos décadas, mi trabajo se ha basado en la confianza, la precisión y el respeto. Nunca le he pedido a nadie que revele información clasificada, ni nadie me la ha ofrecido. Lo que he hecho es plantear preguntas, a veces difíciles. Y he escuchado atentamente a quienes prestan servicio.

 

Así funciona el periodismo en una democracia. Así es como el público se entera de lo que hacen las fuerzas armadas en su nombre.

 

Cubrí por primera vez el ámbito militar como reportero integrado en 2005, un viaje que me llevó desde bases estadounidenses a Canadá, Escocia, Rumania, Turquía, Alemania, Irak, Kuwait, Kirguistán, Afganistán y Yibuti. En el camino, conocí a personas extraordinarias: soldados, marineros, aviadores, infantes de marina y civiles que siguen siendo amigos y fuentes de confianza hasta el día de hoy. Me enseñaron que la transparencia no es una amenaza para la seguridad, sino un reflejo de fortaleza.

 

Es difícil ver a reporteros veteranos, personas que han recorrido esos pasillos a diario durante décadas, de repente recibir la orden de firmar o irse. Para mí, el Pentágono siempre ha representado no solo el poder, sino también los ideales que lo sustentan: responsabilidad, integridad y servicio público. Recorrer esos pasillos me recordó que el edificio no fue diseñado para mantener a la gente fuera, sino para conectar a las fuerzas armadas estadounidenses con los ciudadanos a los que sirve.

 

Así que sí, perderé una foto en la pared. Pero seguiré haciendo lo que siempre he hecho: preguntar, buscar datos y contar las historias que importan.

 

El acceso no es una credencial, es una responsabilidad. Y esa responsabilidad no termina en las puertas del Pentágono.

 

Entregué mis credenciales, no mi voz.