Nancy Reagan es recordada por su estilo discreto y enérgico

NUEVA YORK
AP

diferencia de otras esposas de presidentes, Nancy Reagan no compareció ante el Congreso para hablar de atención sanitaria, ni celebró decisiones polémicas del Supremo o se sentó en reuniones del gabinete.

«Nunca se mostró como una figura política por sí misma. Ni lo intentó», señaló el historiador David Greenberg, autor de «Republic of Spin: An Inside History of the American Presidency».

«Por otro lado, tampoco se limitó a la esfera doméstica. Y al tomar un papel activo en los asuntos de su esposo, ayudó a reconciliar el conservadurismo con la realidad de los papeles cambiantes de las mujeres. Puede que sus opiniones fueran conservadoras, pero su implicación política indicaba que no era inadecuado que una mujer participara en lo que los conservadores consideraban la esfera masculina».

Reagan, fallecida el domingo a los 94 años, no pretendía romper las normas del cargo de primera dama. Pero sabía cómo funcionar dentro de esas reglas. Ronald Reagan había prometido defender los valores conservadores cuando resultó elegido en 1980, y Nancy Reagan era en cierto modo un enlace con una visión más chapada a la antigua.

Su predecesora inmediata, Rosalynn Carter, había acudido a reuniones del gabinete. Betty Ford había hablado con franqueza sobre el control de armas, el sexo prematrimonial y su cirugía por cáncer de mama, y elogiado el veredicto en el caso de Roe contra Wade, en el que el Supremo declaró el derecho constitucional al aborto, como «lo mejor del mundo». En la década de 1990, Hillary Clinton intentaría (sin éxito) reformar el sistema de salud del país.

La causa más conocida de Nancy Reagan estaba más en línea con las expectativas para una primera dama: su campaña «Simplemente di no» a las drogas, que lanzó después de que una niña le preguntara qué hacer si alguien le ofrecía drogas. La eficacia de «Simplemente di no» sigue siendo un tema de debate, pero en la década de 1980 se convirtió en una frase popular (y material para bromas) dentro de un esfuerzo que incluyó zonas libres de drogas y políticas de «tolerancia cero» en las escuelas. La propia Reagan ofreció discursos e incluso hizo una aparición en la comedia de NBC «Diff’rent Strokes».

Reagan adoptó otras causas, y en sus años después de Washington se alejó públicamente de los conservadores al defender (en una alianza con el senador progresista Edward Kennedy) la investigación de células madre embrionarias contra el Alzheimer, la enfermedad que sufrió su esposo. Pero durante su tiempo como primera dama, expresó la mayoría de sus opiniones en privado.

A menudo junto con moderados de la Casa Blanca como el jefe de gabinete James Baker y el veterano asesor Michael Deaver, era partidaria de mejorar las relaciones con la Unión Soviética, se oponía a un alto gasto militar e instó al presidente a hablar abiertamente sobre el sida.

Su ambición constante era ayudar a su esposo, algo que hizo de una forma inusualmente enérgica.

«Ronald Reagan era un luchador, pero su lucha se veía enmascarada por sus maneras corteses y amistosas y su fatalismo latente», escribió el biógrafo Lou Cannon en «President Reagan: The Role of a Lifetime». «La de ella (Nancy) estaba al descubierto, todas las cartas sobre la mesa a la vista. Con un estilo directo poco habitual tanto en Hollywood como en Washington, Nancy Reagan favoreció a cualquiera que ayudara a su marido o impulsara su carrera y se oponía a cualquiera que se interpusiera en el camino de él. Ella causaba rechazo en los demás, mientras que él hacía que se sintieran cómodos».

Nancy Reagan reconocía los límites de su influencia. En su autobiografía «My Turn», escribió de su esposo «a menudo se ve lejano, y no deja que nadie se acerque. Hay un muro a su alrededor». En ocasiones, añadió, «incluso yo sentí esa barrera». En su libro, Cannon indicó que el presidente ignoró su consejo en gasto militar y se resistió a su postura a la de muchos otros antes de aceptar y despedir al impopular sucesor de Baker como jefe de gabinete, Donald Regan.

El biógrafo de Reagan Edmund Morris, que pasó tres años cerca del matrimonio durante la presidencia de Reagan, restó importancia a la influencia política de Nancy. Pero sí mencionó la importancia que la primera dama había tenido para él a nivel personal como alguien que gestionaba sus finanzas y otros detalles cotidianos, y la describió como una «luchadora de la calle» que protegía a su esposo de «depredadores». El biógrafo la comparó con Edith Roosevelt, esposa de Theodore Roosevelt».

«Tanto Reagan como TR tendían a apreciar a todo el mundo y era fácil aprovecharse de ellos», dijo Morris. «Y estas dos mujeres, Nancy y Edith, eran buenas a la hora de mantener lejos a esta gente conspiradora y depredadora, ya fueran aspirantes a cargos o cabilderos».

Como muchos de los asesores del gobierno de Reagan, la esposa del presidente no estaba «motivada por la ideología», señaló Greenberg.

«Por ese motivo se le debe reconocer el mérito, junto con James Baker y Michael Deaver, por ayudarlo a evitar algunos de los errores que habría encontrado una presidencia estrictamente de derecha dura», dijo Greenberg. «En total, su actitud protectora le sirvió bien».