Migrantes pasan Navidad en la frontera
Tras huir de la violencia en su pueblo en Guatemala pero sin poder unirse a sus familiares en California por las restricciones estadounidenses de asilo, una familia de 15 personas se unió a una vigilia organizada por el albergue donde junto a miles de otros migrantes se están quedando justo al sur de la frontera.
El servicio religioso en la pequeña iglesia metodista del refugio El Buen Samaritano no se compara con las largas celebraciones navideñas que disfrutaban en Nueva Concepción. Allí había fuegos artificiales, tamales de puerco y procesiones donde cantaban y portaban una estatua de la Virgen María desde la iglesia hasta cada vivienda.
“Sí está difícil dejar esas tradiciones atrás pero se tenía que dejar por lo mismo”, declaró Marlon Cruz, de 25 años, quien era agricultor de yuca y plátanos en Guatemala.
Decenas de miles de migrantes que huyeron de la pobreza y la violencia en sus países pasaron la Navidad en albergues atestados o en las calles de poblados de la frontera, donde muchos suelen ser víctimas del crimen organizado. Y ahora seguían esperando el último día de 2022 para esperar la llegada del Año Nuevo mientras crecía su desesperanza e incertidumbre.
Fría Navidad
Los albergues de la ciudad ya están copados, dejando poco tiempo para celebraciones y a muchos migrantes en las calles, en medio del frío.
En uno de esos campamentos Daniel Morgan, de 25 años y residente de El Paso, vino con un sombrero de Santa Claus y un suéter verde con adornos navideños, afirmando que quería “llevar sonrisas” a los presentes.
“Este es un tema complejo y yo no soy experto en eso”, manifestó Morgan mientras repartía dulces.
El sacerdote jesuita Brian Strassburger, que ayuda a migrantes a ambos lados de la frontera a unos 1.200 kilómetros, en Rio Grande Valley de Texas, también consideró que hay semejanzas entre la Sagrada Familia y las experiencias de migrantes que participaron con él en las festividades de la Casa del Migrante en Reynosa, México.
La posada, muy popular en Latinoamérica, conmemora la búsqueda de albergue por parte de María y José cuando fueron obligados a ir de su aldea a Belén antes del nacimiento de Jesús.
Cuatro niñas llevaban estatuillas y otros migrantes –muchas de ellas mujeres embarazadas cuyas parejas tuvieron que acampar en la calle por falta de espacio– cantaron los himnos religiosos sobre una familia que no tenía donde quedarse y una mujer embarazada que tuvo que soportar el frío.
“Como que actuamos la escena de la posada todos los días”, dijo Strassburger, quien también planea oficiar misa en albergues en Año Nuevo.
Incluso las familias haitianas, donde las posadas no son populares, participaron con entusiasmo en los cantos y la repartición de buñuelos preparados por las monjas mexicanas que administran el albergue.
“Ver a los niños riendo es la expresión de alegría que Cristo le trajo al mundo”, dijo Strassburger. “Hay algo de alivio, de alegría auténtica. Están cargando con mucha ansiedad e incertidumbre”.