Biden quiere resetear la pandemia y su presidencia
A mitad de su discurso sobre el Estado de la Unión el martes, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidió que tras un millón de muertes, el país dejara de ver el coronavirus como una línea de división política.
“Aprovechemos este momento para resetear”, dijo.
Era una frase que se aplicaba a mucho más que la pandemia.
Tras un primer año en el cargo en el que sus planes más ambiciosos quedaron atorados y su popularidad se desplomó, Biden ofreció un discurso que intentaba pasar página y preparar a su partido para las elecciones de media legislatura en noviembre.
No mencionó las palabras “reconstruir mejor», el nombre de su paralizado programa legislativo, y en su lugar habló de “construir un Estados Unidos mejor”. Insistió en que frenaría la inflación y prometió que tiene un “plan mejor” para reducir el aumento de los precios que los republicanos.
Admitió que los estadounidenses están “cansados, frustrados y agotados” y señaló a un “nuevo momento” en el que el coronavirus será más manejable y las mascarillas harán falta con menor frecuencia. No se atribuyó el mérito de cumplir su promesa de poner fin a la guerra más larga del país, evitando cualquier mención a la caótica retirada estadounidense de Afganistán.
En su lugar, Biden se centró en una nueva guerra en Europa, donde Rusia invadió Ucrania hace unos días, materializando la batalla global entre autocracia y democracia sobre la que el mandatario ha advertido con frecuencia.
“Aunque no debería hacer falta algo así de terrible para que la gente en todo el mundo vea lo que está en juego, ahora todo el mundo lo ve con claridad”, dijo.
En lugar de sus habituales palabras de advertencia sobre el poder creciente de las dictaduras, Biden dijo que “las democracias están poniéndose a la altura y el mundo claramente elige el lado de la paz y la seguridad”.
En un añadido que no estaba en las declaraciones preparadas de Biden, hizo una advertencia al presidente de Rusia, Vladimir Putin, al mencionar una serie de sanciones que pretenden castigar la economía rusa como represalia por la invasión.
“No tiene ni idea de lo que se viene”, dijo.
Aunque no se han desplegado tropas estadounidenses para combatir directamente en Ucrania, la guerra podría tener efectos que impulsen los precios del gas. Biden prometió limitar esas consecuencias y recalcó la necesidad de plantar cara a Putin.
“Cuando los dictadores no pagan un precio por su agresión, provocan más caos”, dijo. «Siguen moviéndose. Y los costes y amenazas para Estados Unidos y el mundo siguen creciendo».
Algunos legisladores vestían de amarillo o azul o colocaron lazos en sus solapas como gesto de apoyo a Ucrania. El embajador de Ucrania ante Estados Unidos se sentó junto a la primera dama, Jill Biden, que llevaba un adorno bordado de girasol, la flor nacional del país, en su vestido azul.
Pocos presidentes han enfrentado tantas crisis internas y extranjeras al mismo tiempo al inicio de su mandato, con el país profundamente dividido ante tantas cuestiones.
Biden intentó relacionar ambas cosas y apeló a los republicanos que le han rechazado casi en todo para que se le unieran en una causa común.
No será un objetivo fácil y es improbable que un discurso tenga un efecto drástico en la opinión de los estadounidenses sobre la labor de Biden.
Pero Celinda Lake, una encuestadora demócrata que trabajó en la campaña de Biden, dijo que el conflicto de Ucrania ha creado una oportunidad para que el presidente muestre sus fortalezas en el plano internacional.
“Más gente se pregunta, ¿qué clase de líder tenemos al mando ahora mismo?”, dijo Lake. “Y van a ver la clase de líder que tenemos”.
Un vistazo al Capitolio el martes mostraba avances dispares.
Aunque aún mueren casi 2.000 personas al día por coronavirus, las mascarillas eran opcionales en el recinto. La asistencia fue menos limitada que el año pasado, cuando Biden habló al pleno del Congreso unos pocos meses después de asumir el cargo.
Pero las fuerzas de seguridad reinstalaron la cerca de seguridad en torno al Capitolio “por precaución” ante el temor a manifestaciones que pudieran interrumpir la rutina en la ciudad. La cerca se empleó por última vez en los meses tras el ataque del 6 de enero al edificio, cuando los partidarios del expresidente Donald Trump intentaron detener la certificación de la victoria electoral de Biden.
Biden reiteró su petición a que se aprueben leyes de derecho al voto, pero dedicó más tiempo de su discurso a destacar propuestas populares como una limitación al precio de los medicamentos con receta.
El presidente tiene previsto seguir defendiendo las ventajas del plan bipartidista de infraestructuras, valorado en un billón de dólares y que refrendó el año pasado, aunque en lugar de promocionar una ley demasiado grande como para describir sus efectos se refirió a aspectos concretos del plan.
Tras el discurso sobre el Estado de la Unión, Biden viajará a Superior, Wisconsin, donde se encuentra el Puente Blatnik de 61 años. Más de 33.000 vehículos utilizan el puente a diario para cruzar la Bahía de Saint Louis, aunque el deterioro de la estructura ha llevado a prohibir el paso de camiones. Esto supone un desafío porque el puente es la principal conexión entre Duluth, Minnesota, y su puerto, el mayor puerto de agua dulce del país para mercancía nacional e internacional.
El viaje forma parte del difícil equilibrio que busca Biden, con la atención puesta en la guerra que se desarrolla con rapidez en Ucrania y la perspectiva de que se convierta en un conflicto mucho mayor, al tiempo que convence a los estadounidenses de que también tiene presentes los problemas locales.
Apenas el 29% de los estadounidenses creen que el país está en el buen camino, según el sondeo realizado en febrero por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research.
El índice de popularidad de Biden también ha caído al 44%, frente al 60% de julio.
De modo que el presidente dedicó la tarde básicamente a pedir un nuevo inicio, a partir del conflicto más grave con Rusia en una generación y otra oportunidad para explicar su programa para el país.
“Tiene la espalda contra la pared, y ha puesto la espalda de su partido contra la pared”, dijo Whit Ayers, un veterano encuestador republicano.