Prensa mexicana, de luto tras el asesinato de Javier Valdez

Washington Hspanic

AP

ndignación. Impotencia. La prensa mexicana quedó tocada. Recibió doce balazos. Los que mataron a Javier Valdez el lunes en Cuilacán, capital de Sinaloa, según cuenta RíoDoce. “Hoy nos pegaron en el corazón”, tituló este semanario que el reconocido periodista contribuyó a fundar hace 14 años. “Es un golpe demoledor”, añadía su editorial.

Los reporteros de Sinaloa y del resto del país alistaban actos de protesta que tenían previsto comenzar desde las 8 de la mañana.

Algunos medios, como el diario sinaloense Noroeste o el portal Animal Político, optaron por poner en negro su sitio de sitio de internet, con las fotos de los seis periodistas asesinados en México desde marzo, y una exigencia de justicia.

Desde el presidente mexicano Enrique Peña Nieto hasta autoridades locales, pasando por todas las instituciones imaginables, se condenó el nuevo asesinato que retumbó más porque le tocó a un hombre que se había convertido en la puerta de entrada a Sinaloa de cualquiera que quisiera entender lo que estaba pasando en ese estado, un reportero que ayudó a todos los periodistas locales, nacionales e internacionales que acudieron a buscarle.

Junto a las condenas y a los compromisos oficiales de esclarecer el tema, las organizaciones de prensa _como el Comité para la Protección de Periodistas o Reporteros sin Fronteras entre otras_ pedían medidas contundentes para que este crimen no quede impune como ha ocurrido con muchos otros asesinatos a informadores.

Valdez dedicó uno de sus últimos tuits al asesinato en marzo de Miroslava Breach, compañera suya del periódico La Jornada en Chihuahua. “A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio”.

Las autoridades facilitaron pocos datos del crimen aunque el fiscal de Sinaloa, Juan José Ríos, en una entrevista a Radio Fórmula el lunes por la noche, dijo que “se ha pretendido inducir un supuesto robo” pero que la actividad periodística de Valdés era una de las líneas de investigación “más importantes”.

Por la mañana, en el mismo medio, Ríos dijo que se analizan datos recabados por varias cámaras de las autoridades y de comercios que pueden dar pistas sobre el ataque.

Más detalles del asesinato llegaban desde la redacción de la salió por última vez con su computadora y su celular a mediodía del lunes, la de RíoDoce, premio Maria Moors Cabot 2011, uno de los galardones más prestigiosos de la prensa en América Latina.

“Lo mataron con saña”, escribe el semanario. “Los asesinos simularon el robo de su vehículo, pero le dispararon en 12 ocasiones con dos armas distintas. No tenemos ninguna duda: quien ordenó el crimen pidió a los sicarios que se aseguraran del objetivo”. El ordenador y el teléfono, añade este medio, no fueron encontrados en el interior del vehículo.

El fiscal Ríos dijo el martes no tener noticias de que hubiera sido amenazado. Sin embargo, el diario La Jornada, asegura que sí las hubo.

“En semanas recientes recibió amenazas de un calibre diferente al acostumbrado; él y su esposa Griselda realmente se preocuparon. Viajó a la Ciudad de México para consultar con los directivos de este periódico y con el Comité de Protección para Periodistas, con el que tenía lazos estrechos, sobre lo que procedía hacer”, indica el periódico en un artículo el martes.

Le recomendaron salir del país. No lo hizo.

De 50 años, casado y con dos hijos, Valdez siempre fue consciente de los riesgos de su profesión, pero consideraba su deber no callarse ante la violencia.

El mundo periodístico, académico y literario se unió en martes en el dolor. El director editorial de Penguin Random House, Ricardo Cayuela, editor de sus libros, sentado junto al nuevo fiscal para delitos contra la libertad de expresión, Ricardo Sánchez, en CNN la noche del lunes fue contundente al exigir a la autoridad el esclarecimiento del crimen.

“Es la última oportunidad de este gobierno de dar un golpe sobre la mesa y aclarar al menos un crimen porque la sensación de impunidad que transmiten estos crímenes impunes, que no se resuelven que no hay ningún culpable, es casi un aliciente para seguir matando”.

Valdez “llenó de contenido las muertes” por lo que “no puede ser una simple estadística”, dijo Cayuela. “Está en juego la credibilidad internacional del país, están en juego nuestras libertades”.