Nosotros, los de entonces y el amigo «huevo» que se nos va con la pandemia

Grego Pineda

No quiero sorprender a mis lectores sino hacerlos partícipes de algo especial pero que ahora es común.

Me refiero a la muerte sorpresiva, repentina. Sin embargo, escribiré de vida, recuerdos y sentimientos que quedan en los que conocimos al ya trascendido.

Me refiero a José Alfredo Carranza. Tejo una manta que cubre el pasado, pero con puntadas del presente que amparan la memoria de un ser que, hilvanando los diferentes colores, no tuvo una vida fácil y por eso, sin duda, hoy sabemos que descansa en paz.

Por Messenger varios amigos y familiares me avisaban que «el huevo Carranza» había fallecido. De inmediato llamé a El Salvador a Marvin Quinteros, quien confirmó que «el huevo» Carranza había muerto en Los Estados Unidos de América, donde desde hace años vivía y trabajaba de camionero.

Me dijo que algunos decían que había expirado en un área de descanso, montadas a través de los freeways, sobre la cabina del camión de trabajo pero que otros afirmaban que había muerto en el baño. El punto, pensé, es que murió lejos de todo aquello que lo hacia ser Alfredo, tan recordado como «el huevo».

También en Facebook alguien socializó una foto de cuando Alfredo «el huevo» Carranza compartía junto a compañeros Boy Scout. Y una de las imágenes es la mía. Yo con el huevo, perdón, con Alfredo Carranza.

Pero entonces a mi me parece que el señor de más de cincuenta años, perdido en la inmensidad del anonimato de un latino en Los Estados Unidos de ‘América’ no tiene nada que ver con la memoria que tengo de Alfredo de las fotos, mi amigo de infancia y juventud. Y dictamino que ese que ha muerto es un señor ajeno a mí.

Mi Alfredo, el ‘huevo’ Carranza sigue vivo en mi memoria: Fueron años felices, inciertos y de candidez. Todos, su camarilla bien intencionada de jovencitos, éramos miembros del Grupo Scout de Apopa # 22 Brownsee. Vivíamos bajo los lineamientos del fundador del movimiento Scout, Robert Smith Baden-Powell. Hoy, somos adultos sobrevivientes de guerra civil en El Salvador y de la pandemia mundial. Alfredo ya se liberó, pero los demás seguimos en y con «el huevo» de vivir.

La periodista y administradora de empresas, Claudia Juárez, hija del recordado poeta Salvador Juárez, comparte que: «Alfredo fue mi compañero de Kínder y en los primeros años de la Escuela Parroquial.

Te duele mucho su partida, ya que es un apopense de corazón, igual que su familia que es muy querida en Apopa. Imagínate mi madre han sido amigas desde jóvenes con la mamá de Alfredo, la niña Mima Carranza, como le decimos cariñosamente. Confiemos en que Alfredo está en un mejor lugar.» Me uno a Claudia en su confianza y esperanza.

Por su parte, el psicólogo Gilberto Alfaro Luna, recordó: «Alfredo emigró a USA después de haber terminado una carrera de Abogado. Lo recuerdo como un joven temperamental, soñador, con ideología de derecha. Soñaba con ser Militar, pero por baja médica no logró avanzar. Esto es importante porque sucedió en época de guerra civil. Mostraba su carnet de caballero cadete y lo hacía con orgullo. Todos lo reconocían como una persona con carácter fuerte y de poca tolerancia. Marvin era uno de los que más lo molestaba, y aunque se enojaba, lo cierto es que todos sabíamos que era solo apariencias, pues era una buena persona.»

Pregunté a Marvin Quinteros, quien es un destacado profesional de las comunicaciones en El Salvador y a mi juicio purificado en el dolor-amor de haber dejado que Dios recibiera a su amadísima esposa en su maravillosa gloria. Me respondió: «El ‘huevo’ Alfredo Carranza, era un tipo intrépido, que siempre se salía de sus casillas, pero cuando era de defenderte daba su vida por ti. Un amigo incondicional. Siempre fue aquel muchacho que en su mente fue militar.» Lo recuerda con amor filial y expresa su solidaridad a su familia.

El Licenciado Fernando Martínez Lazo, Administrador de Empresas con sólida carrera, con tristeza dijo: «Tengo muchos recuerdos de Alfredo, un amigo muy particular. Alguien que deseaba entrar a la Escuela Militar, con mucha gana, pero salió de allí pronto. Recuerdo los campamentos con él. Era el más brabucón, el más enojado. Pero era un amigo que en cualquier circunstancia estaba para sus amigos y listo a defenderlos.»

Desde Australia, lugar de su residencia, el destacado profesional, Aldo Geovanny Pietro Paolo, comparte sus memorias: «Alfredo fue mi subalterno en rango. Así empecé a visitar su casa para que él hiciera sus adelantos en el plan scout. Su mamá y abuela lo super mimaban y era un chico berrinchudo. Diría que con cierta furia por la vida. Su mamá siempre me apoyaba y me tenía en muy buena estima. El chocaba a menudo conmigo porque yo era la autoridad. Era competitivo, inteligente y muy afectivo.»

Y en Canadá, el recordado y querido Juan Carlos Flores Jaco, dijo: «Fuimos scout juntos, pero también éramos vecinos y amigos desde que nacimos ya que nuestros padres también se conocían. Fuimos al kínder en Apopa y nos graduamos del colegio Don Bosco. Fue toda una vida llena de buenos y difíciles recuerdos ya que nuestra infancia fue en medio de la guerra. Pero creo que eso nos unió más. Luego emigramos y nos alejamos hasta hace 5 años que nos platicamos de nuevo. Conversamos por horas con la misma alegría de siempre. Y viviré en paz de haberle dicho cuanto lo quería.»

Especialmente su hermana y residente en USA, Jenny Carranza, lo recuerda así: «Mi hermano era un hombre especial, que a mis ojos fue el defensor de la familia. Amó a cada uno de nosotros a su modo -con su garbo dulce-. Para la familia ha sido un golpe fuertísimo. Pero los designios de Dios son diferentes a lo que nos planteamos nosotros. ¡Pero si hay algo que me llena de alegría, es ver cómo sus amigos de juventud lo recuerdan!»