Neris Amílcar Hernández: artesano de la palabra

Por Grego Pineda*

Se dice, con entusiasmo desbordado, que la patria es donde pernoctamos habitualmente. Y esto, a mi juicio, no es del todo cierto. Para los inmigrantes en Estados Unidos de América, es la patria adoptiva y le debemos, al menos, gratitud. Pero luego está la matria que es la que nos define e identifica como salvadoreño, peruano, mexicano, argentino o boliviano. Vivimos en dos dimensiones afectivas: vivencial y existencial.

Para sobrellevar el día a día, basta con afrontar las necesidades básicas de sobrevivencia y forjarse un espacio en el conglomerado americano. Pero la existencial es más compleja y no todos asumen la responsabilidad de “darle sentido a su existencia”. Unos pocos se valen de su vocación literaria para, con una propuesta estética, armonizar ambos niveles de conciencia afectiva y llevar una vida en paz, coherente y a su vez contribuir al imaginario colectivo, en este caso, al latinoamericano inmigrante en USA.

El ejercicio de la literatura y publicar libros de poesía, novelas o crónicas requiere práctica, constancia, motivación, disciplina, conocimiento de los géneros, estilos y, ¡por supuesto!, inspiración; pero, sobre todo, un compromiso con el uso de la palabra escrita. En medio de estas reflexiones pienso en Neris Amílcar Hernández, salvadoreño-estadounidense que radica en la ciudad de Los Ángeles del Estado de California.

Neris Amílcar Hernández nació en 1963, en un lugar casi mítico por lo poco que se conoce de él: Chacurra, jurisdicción de Texistepeque, del Departamento de Santa Ana, República de El Salvador. Las primeras letras las aprendió en medio de un ambiente bucólico, pero luego migró a la capital San Salvador y avanzó estudios al nivel técnico. Eran tiempos de guerra civil y su conciencia social lo involucró. Pronto fue perseguido.

Para evitar cárcel o muerte, Amílcar Hernández emigró a Estados Unidos de América, pero el destino lo obligó a residir en México por más de 3 años. Luego llegó a Los Ángeles. Decidido a triunfar y no defraudar las esperanzas de sus padres puestas en él, continúa estudiando y logra graduarse en Educación con especialidad en Desarrollo Infantil.

Habiendo logrado un espacio y estabilidad laboral, Amílcar Hernández sintió la urgencia de retomar su vocación literaria que estaba reposando y con ahínco escribe y publica su novela: «Chacurra: historias de un valle olvidado». Este libro alivia su búsqueda existencial en la medida que reafirma su identidad y por eso recrea la imagen de su pueblo tal y como él quisiera que fuera. Lo embellece con descripciones idílicas y las denuncias sociales que subyacen en su narrativa son el reclamo vivo de una conciencia angustiada.

La trayectoria literaria de Hernández se enriquece con su segundo libro «Sin mirar atrás». Este libro narra las peripecias de un personaje que es capturado y sufre encarcelamiento en un país sumido en un conflicto bélico pero que logra ser liberado con la condición de abandonar su país lo cual sucede de inmediato y huye. El libro es un mosaico entretenido pero respetuoso de la vida incierta de sus personajes. La dinámica narrativa lleva al lector a involucrarse en el periplo del personaje principal, quien trata de llegar a la tierra prometida, cualquier que esta sea.

Además de ambas novelas, Amílcar Hernández ha publicado poesía que ha sido parte de antologías y también cultiva el género de cuentos; es, en suma, un creador de arte sano. Y su trabajo intelectual y vocación no han pasado desapercibidas en la gran metrópoli angelina, ni tampoco en su lugar de origen, allá, en su rincón del alma, poblado de árboles y cantos de pájaros.

Como parte de la Diáspora salvadoreña en Los Ángeles ha sido designado como “salvadoreño distinguido” por el Consulado General de El Salvador en dicha ciudad. También ha recibido reconocimientos locales y estatales del Estado de California por su actividad intelectual. Y el aporte de identidad que implica su primera novela ha sido plasmado en un mural alusivo en el municipio de Texistepeque, tierra que ahora cuenta con un escritor que, aunque lejos y con dos patrias, dos amores, solo tiene una historia. Y está escribiéndola.

(*) Magister en Literatura Hispanoamericana, Abogado y Notario salvadoreño, escritor.