El Salvador refractado como Herencia Hispana en EE. UU

Casi tres millones de salvadoreños vivimos fuera de las fronteras patrias y la mayoría en Los Estados Unidos de América, esto debido, principalmente, a los desastres naturales y sociales como huracanes, terremotos y la guerra civil que duró 12 años y que terminó con Los Acuerdos de Paz en 1992. No obstante, la migración sigue por variopintas razones. 

 

La presencia de la comunidad de salvadoreños en los Estados Unidos no solo está en las cocinas de los restaurantes, o los que limpian las oficinas, o construyen las casas y edificios, o cuidan los niños de otros, también hay artistas, así como profesionales en diferentes disciplinas e incluso en la política estadounidense, y muchos profesores que educan a la juventud estadounidense.

 

Ya en otros rubros, El Salvador cultiva y produce un café de alta calidad, consumido a nivel mundial, y es muy probable que ustedes ya hayan disfrutado un café salvadoreño en cafeterías o restaurantes. O que estén usando una prenda de vestir que ha sido confeccionada en dicho país. 

El Salvador, a pesar de su violencia social, la mayoría de sus habitantes son pacíficos, amables, gustan de la convivencia y valoran mucho la visita de los extranjeros, teniendo por norma mostrar lo mejor del país y de su bondad. Nadie niega la violencia social como igual sucede en otros países y se asume esa deficiencia en la medida en que se duplica la cordialidad y esfuerzo en que el visitante esté seguro y disfrute del país.

En los años 80 y 90 la migración salvadoreña se asentó en la zona conocida como DMV (Distrito de Columbia, Maryland y Virginia), y en su mayoría venían de la zona oriental de El Salvador, en especial de la ciudad de San Miguel que estaba abatida por la guerra, pero hoy goza de una economía pujante y donde en su mayoría, tienen familiares viviendo en Los Estados Unidos.

Por eso ahora es significativa la presencia de la comunidad salvadoreña: por las nuevas generaciones que, si bien son nacidos en este país y hablan inglés nativo, también es cierto que en sus casas se les hereda y exige hablar español, porque para una familia latina el idioma es el lenguaje del hogar, de los abuelos y del amor. 

El Salvador tiene una rica historia de artistas, pintores, escritores y fotógrafos, muchos de estos viven en la zona metropolitana de Washington DC, como Nicolás Shi, Muriel Hasbun, Vladimir Monge, Carlos Parada, Lilo Gonzalez, Carlos Rubén Ramírez y hasta contamos con la Casa de la Cultura El Salvador, bajo la dirección de Jeannette Noltenius, que viene desarrollando labor de promocionar lo mejor de El Salvador.  

Desde aquellos años, se crearon y fomentaron negocios por los salvadoreños y ahora son empresas generadoras de empleo y pagadoras de impuestos. Somos parte activa de la economía de Los Estados Unidos de América. En resumen, la mujer y hombre salvadoreño mira su trabajo no solo como subsistencia sino como su identidad personal, familiar y nacional. Y esa es la marca distintiva de la Comunidad que tanto respeto genera.

Y, sin embargo, la herencia que aportamos a esta gran nación, que nos ha dado una segunda oportunidad de vida, son las múltiples expresiones culturales, artísticas y estéticas producidas por talentos y espíritus salvadoreños mimetizados en el lienzo estadounidense, pero que aún y con todo, no pierden el intenso color de identidad salvadoreña. 

Nota: La imagen “La Madona del Desierto” pintada por el joven talento salvadoreño Rafael Rodríguez, está preñada de simbolismos: en vez de la antorcha de la estatua de la Libertad de Nueva York, su mano abierta para saludar a los inmigrantes, representados en el niño que sostiene, porque aquí todos renacemos. Sus rasgos mestizos, con túnica verde de la esperanza, en medio del desierto, donde se advierten zapatos y recipientes de agua vacíos dejados por miles en su periplo. El cielo azul y blanco rememora mi cielo salvadoreño. 

(*) Escritor de la diáspora salvadoreña, Magister en Literatura Hispanoamericana de la PUCP.