El poeta en el centro de la sociedad

Por Tanella Boni

La poesía, como toda creación artística, es uno de los pilares de las humanidades. Al emprender los senderos de la emoción, de la sensibilidad y la imaginación, transmite conocimientos y valores humanos. Aún más: la poesía forma en cuerpo y alma al ser humano.

 

El arte no se razona. Pertenece al ámbito de la emoción, la sensibilidad, la imaginación. La experiencia artística no remite ni a la argumentación ni a la verificación; tampoco a prueba alguna, pues no se trata de un conocimiento científico. Y, sin embargo, a través de senderos que le son propios, fuera de los caminos transitados por las ciencias, el arte desempeña un papel vital en la formación del individuo: transmite el conocimiento del mundo y los valores humanos esenciales para abrirse al Otro. Porque la creación artística establece lazos muy fuertes entre las personas, más allá de idiomas, creencias y culturas. De ahí que se pueda considerar que el arte uno de los pilares de las humanidades.

Tiempo de humanidades

Bien presentes en el mundo de habla inglesa, las “humanities” designan las disciplinas literarias, lingüísticas, filosóficas, históricas o artísticas en las que la apertura del espíritu y la vida humana se manifiestan ante la sociedad.

En muchos países de lengua francesa, el término cayó casi en desuso, salvo en ciertos círculos universitarios. Sin embargo, en otras épocas en el sistema educativo francés se “hacía humanidades”. Esto significaba aprenderse a los clásicos, estudiar lenguas antiguas, leer a Homero, Virgilio y otros autores de la Antigüedad y obtener una visión del mundo lo más amplia posible mediante el estudio de las formas de ser, de vivir y de hablar de personas pertenecientes a otras civilizaciones.

En otras culturas, como las africanas por ejemplo, existe un equivalente al aprendizaje de esos clásicos. Es el momento de la iniciación, cuando se transmite a los jóvenes el legado de tiempos pasados que nos permite vivir el presente. Ese momento es el “tiempo de las humanidades”.

Cada época y cultura tienen sus clásicos y sus textos fundamentales. Y entre ellos, la poesía siempre ha ocupado un puesto de honor. Siempre, menos hoy, porque tendemos a olvidar su existencia en este mundo nuestro lleno de desencanto. Quiero precisamente hablar de esto con más detalle para reparar ese olvido y mostrar cómo la poesía es parte integrante de las humanidades.

¿Qué puede hacer la poesía?

No hay sociedad sin poetas. A pesar de que el acto de crear se realiza en solitario, los poetas no viven en una burbuja. Tampoco son ermitaños encerrados en torres de marfil, sino creadores de universos que comparten con los demás. Con sus poemas escritos o cantados, los poetas desempeñan un papel educativo de primer plano.

Los filósofos de la antigua Grecia lo subrayaron. A sus ojos, la poesía encarnaba una experiencia de aprendizaje, una cultura general que precedía a cualquier especialización científica o política. Sabían cuán importante era el aprendizaje de Homero y de otros poetas para la formación del espíritu de los jóvenes griegos libres, esto es, los que no eran esclavos ni metecos. Por eso, en La República, a Platón le preocupaba que Homero mostrase en sus poemas una mala imagen de los dioses, y acabó propugnando nada menos que se desterrara de la polis a los poetas.

La acusación que Platón hizo al poeta probablemente tiene que ver tanto con lo que la poesía es como con lo que no podría ser.

Pero, ¿quién puede decir, antes o ahora, qué es la poesía? Para el escritor argentino Jorge Luis Borges, podría definirse como “la expresión de la belleza mediante palabras combinadas con arte”. Aseveración que acaso podría incluirse en un diccionario, pero que seguiría siendo más bien “floja”. “Se trata de realidades tan profundas –añade el propio Borges– que no se pueden expresar sino por medio de símbolos que todos los hombres tienen en común”.

Un compartir sensible

La poesía está hecha de un compartir sensible. De este modo forma al ser humano en cuerpo y alma. Al emprender los senderos de la emoción, de la sensibilidad y la imaginación, transmite conocimientos y valores humanos, el sentido del bien y del mal, la historia, las proezas de las mujeres y los hombres, las tradiciones antiguas y el vínculo con la naturaleza.

La poesía despierta los sentidos mediante las palabras y la creación de belleza en el lenguaje, y también cultiva la imaginación y la memoria. Es toda una realización de las facultades corporales y anímicas del ser humano. Porque la forma de cuanto se dice o escribe es tan importante como el sentido o el “mensaje”. Como dijo Paul Valéry en su Ego scriptor: “El poeta no tiene por finalidad comunicar un pensamiento, sino despertar en los demás un estado emocional en el que nazca un pensamiento análogo (pero no idéntico) al suyo. La ‘idea’ desempeña (en él como en los demás) tan sólo un papel parcial”.

Frente a la realidad de un mundo incomprensible en la que se siente “embarcado”, el poeta no cesa de “crear peligrosamente”, como dijo Albert Camus en su discurso “El artista y su tiempo” (Uppsala, Suecia, 14 de diciembre de 1957). El poeta reconquista el lugar que le corresponde en el corazón de la sociedad cuando «crea peligrosamente» para salvar la vida amenazada por doquier, o para expresar la alegría de estar presente en el mundo.

Tanella Boni

Poeta, novelista, filósofa y autora de libros para jóvenes, Tanella Boni (Côte d’Ivoire) es catedrática en la Universidad Félix Houphouët-Boigny de Abiyán y vicepresidenta de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía (FISP)

Es miembro de la Academia de Ciencias, Artes y Culturas de África y la Diáspora Africana (ASCAD).