La reforma fiscal avanza

AP
Washington Hispanic

os congresistas republicanos avanzaron con entusiasmo el miércoles de madrugada en la mayor reforma fiscal de Estados Unidos en más de tres décadas. La norma es muy impopular, pero sus defensores insisten en que los estadounidenses aprenderán a amarla cuando vean sus nóminas el año próximo.

El presidente, Donald Trump, animó a los legisladores deseoso de cobrarse su primera victoria legislativa importante.

El Senado aprobó la ley después de la medianoche por 51-48 votos, coincidiendo con las divisiones de partido. Hubo interrupciones de manifestantes que corearon “maten la ley, no nos maten a nosotros” y el vicepresidente, Mike Pence, tuvo que llamar varias veces al orden. Republicanos como el secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, vitorearon tras la votación.

El líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, republicano por Kentucky, insistió en que los estadounidenses responderán bien a la norma fiscal.

“Si no podemos venderle esto al pueblo estadounidense, deberíamos dedicarnos a otra cosa”, dijo. Trump celebró la votación en un tuit y prometió una rueda de prensa el miércoles en la Casa Blanca después de que la Cámara de Representantes complete una iniciativa legislativa sobre el tema.

La votación de madrugada llegó horas después de que el Partido Republicano lograra aprobar la reforma en la cámara baja por 227-203. Peor no fue la última palabra en el Congreso debido a un imprevisto de última hora.

Tres cláusulas de la propuesta de ley, incluido su título, violaban las normas del Senado, de modo que los senadores tuvieron que votar para eliminarlas. Así, la enorme ley se devolvió a la Cámara de Representantes para que la vote otra vez el miércoles, y los republicanos tendrán una nueva oportunidad de celebrarlo.

El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, que ha trabajado durante años para reformar el sistema tributario del país, había anunciado con alegría la aprobación del texto en la cámara. Los representantes aplaudieron al aprobar un paquete de 1,5 billones de dólares que afectará a todos los contribuyentes de Estados Unidos y todos los aspectos de la economía, proporcionando grandes rebajas fiscales para empresas y personas acomodadas y ayudas más modestas para familias de bajos y medios ingresos.

Pese al discurso republicano sobre la disciplina de gasto, el texto aumentará aún más la enorme deuda nacional.
“Esto fue una promesa que se hizo. Esto es una promesa cumplida”, dijeron Ryan y otros representantes en una rueda de prensa.

Tras la demora para su segunda votación en la cámara baja, el texto se enviará a Trump, ansioso por mostrar una gran victoria política tras 11 meses de fracasos e intentos fallidos en materia legislativa. El presidente tuiteó sus felicitaciones a los líderes republicanos y a “¡todos los grandes republicanos de la Cáamra de Representantes que votaron a favor de rebajarles los impuestos a ustedes!”.

Los congresistas republicanos, que sufrieron un considerable fracaso en su intento de desmantelar la reforma sanitaria de Barack Obama, ven la aprobación de la reforma fiscal como algo crucial para mostrar a los ciudadanos que pueden gobernar, y para conservar sus mayorías en ambas cámaras tras las elecciones de media legislatura el año que viene.

“La prueba estará en las nóminas”, dijo el senador Rob Portman, republicano por Ohio, durante el debate en el Senado. “Esto es una rebaja fiscal real, y es necesario”.

En un largo debate con momentos tensos, los demócratas cuestionaron esas afirmaciones.

“Esto es algo serio. Creemos que están destrozando Estados Unidos”, afirmó el senador por Nueva York Chuck Schumer a los republicanos, reprochándoles que no escucharan sus comentarios.

Los republicanos han reiterado que la norma fomentará el crecimiento económico cuando las corporaciones, al tener más efectivo, suban salarios y contraten a más trabajadores. Pero admiten que tienen trabajo que hacer para convencer a los estadounidenses de a pie. Muchos votantes han dicho en sondeos que creen que la reforma es un gran impulso para personas acomodadas, como Trump y su familia, con beneficios menores como mucho para la clase media.

Los demócratas y varios expertos independientes denuncian que la propuesta principalmente beneficia a los ricos y a las grandes corporaciones, y le da ningún o poco beneficio a los más humildes. Además consideran que es falso el argumento de que las compañías usarán el dinero extra para contratar a más trabajadores o aumentar los sueldos.

También se han burlado del eslogan de los republicanos de que el sistema será tan simple que las planillas se podrán llenar “en una postal”.

«¿Y qué ocurrió con la postal?” dijo en torno burlón el representante demócrata Richard Neal, de Massachusetts. “Más bien vamos a necesitar un mural para llenar ese formulario”.

Es así como la más radical reestructuración del sistema de impuestos en tres décadas en Estados Unidos está encaminada a su aprobación por el legislativo y promulgación presidencial.

La compleja legislación es una combinación de dos versiones: una aprobada por la Cámara de Representantes y una aprobada por el Senado. De manera permanente reduce la tasa impositiva para las corporaciones de 35% a 21% y reduce los gravámenes para los más acaudalados. Recorta los impuestos para los demás también, pero mucho menos y sólo de manera temporal. La deducción estándar aplicada a dos tercios de las familias del país se duplica a 24.000 dólares para parejas casadas, pero ello caduca en ocho años.

La deducción de 1.000 dólares por hijo se duplica a 2.000 dólares, con un recorte de hasta 1.400 dólares para quienes deben pocos o ningún impuesto. Los padres tendrán que suministrar el número de Seguro Social del hijo para recibir esa reducción, una medida diseñada para evitar que la medida sea aprovechada por los que están en el país ilegalmente.

La legislación además elimina una parte importante de la reforma al sistema de salud aprobada bajo la presidencia de Barack Obama: la exigencia de que todos los estadounidenses tengan seguro de salud o sufran una penalidad. Es una medida que busca privar de fondos a la reforma de salud, una ambición conocida de los republicanos.