Los vaqueros prosperan en los humedales de Brasil

Washington Hispanic
AP

os pastos más verdes crecen bajo el agua en el Pantanal de Mato Grosso do Sul, un inmenso humedal en el oeste de Brasil.

Joao Aquino Pereira, de 66 años, se levanta horas antes de que amanezca, prepara los caballos y despierta al rebaño de bueyes para un nuevo día en su peregrinaje de tres semanas en busca de pastos.
Hoy va a ser uno de esos días”, dice el anciano vaquero, prediciendo el tiempo al mirar al cielo rojo.

“Parece que será caluroso, y aún tenemos que preparar el ganado para cruzar el río”.

El paso del río Taquari requiere todas las habilidades que Pereira ha acumulado en décadas de experiencia. Junto con otros cinco vaqueros a caballo, tendrá que reunir y guiar a 520 bueyes a través del río desbordado. Cada día, hombres y animales recorren unas 11 millas (17 kilómetros) desde el amanecer y hasta las 3 de la tarde, con temperaturas medias de unos 32 grados Celsius (90 grados Fahrenheit) durante el día.

En diferentes momentos, hombres y bestias se cruzan con guacamayos, ciervos y víboras, todos aparentemente impávidos a su presencia.

Vestidos con chaparreras de cuero sobre los tejanos, sombreros vaqueros y machetes a la cintura, los hombres terminan de desayunar antes de emprender la marcha tomando terere, una bebida de yerba mate que se sirve fría en un cuerno de buey.

Trabajar como vaquero sigue siendo una forma de vida en las zonas rurales del país más grande de América Latina. Los rancheros en la costa pueden transportar a su ganado en camiones, pero el exceso de agua y la falta de carreteras lo hacen imposible en la llanura inundable más grande del mundo.

De modo que los rancheros de la zona contratan este servicio de pastoreo, y el trabajo está razonablemente bien pagado en la región. Los vaqueros ganan una media de 18 dólares al día, mientras que el líder del grupo puede ganar hasta 285 dólares al día.

Rene de Almeida, de 70 años, lidera grupos desde que tenía 25 años.

“Es mejor guiar al rebaño cuando llueve”, comentó, señalando que una vez guio a un grupo durante 97 días seguidos. “Durante las sequías, la tierra está demasiado caliente y los bueyes están cansados y sedientos”.