La OPEP+, un cártel petrolero que pierde poder
Aunque desde hace meses se observa un recorte en la producción de crudo, los precios no suben, lo que lleva a pensar que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y sus diez aliados de la OPEP+ podrían haber perdido parte de su influencia.
Pese a los nuevos cortes anunciados en noviembre, los precios del crudo siguen estancados en su nivel más bajo desde junio (entre 70 y 80 dólares por barril), aunque por encima del promedio de los últimos cinco años.
La OPEP+ mantiene más de 5 millones de barriles por día (mbd) bajo tierra desde finales de 2022 con la esperanza de hacer subir los precios.
La estrategia funcionó un tiempo: el Brent, referencia europea del petróleo, se acercó a los 100 dólares a finales de septiembre entre temores de un fuerte déficit de oro negro. Pero desde entonces, el precio se ha desplomado.
Arabia Saudita culpa a los especuladores, otros países a la débil demanda económica. Pero hay otro factor en juego: la falta de unidad.
«Si no se han considerado reducciones en la oferta, es porque las recientes discusiones revelaron fricciones en el seno del grupo», comentó a AFP Ipek Ozkardeskaya, analista de Swissquote.
Angola y Nigeria se mostraron descontentos con sus cuotas en la última reunión ministerial de la alianza, que se aplazó varios días por los desacuerdos.
Y la OPEP+ fue incapaz de acordar un recorte de volumen para los 23 países miembros. Arabia Saudita, deseosa de compartir la carga, solo encontró apoyo entre otros siete países.
Pero «la unidad es necesaria para reforzar la legitimidad del grupo», argumentó Ozkardeskaya.
Fundada en 1960, la OPEP, con 13 miembros liderados por Riad, formó en 2016 una alianza con otros 10 países, incluida Rusia, llamada OPEP+, con el objetivo de limitar la oferta y sostener los precios ante los desafíos que plantea la competencia estadounidense.
Pero esta fórmula ampliada es un «arma de doble filo», señaló la experta. Aunque el cártel tiene más peso, también es «más difícil tomar decisiones colectivas a medida que aumenta el número de participantes.
– Cuota de mercado en reducción –
La OPEP, con sede en Viena, saltó a la escena internacional en octubre de 1973 cuando decretó un embargo contra los aliados de Israel en plena guerra de Yom Kippur.
En cuestión de meses, los precios del crudo se cuadruplicaron, una primera crisis petrolera que evidenció la importancia del cártel.
En los años 1980, ante el creciente poder de otros productores, estableció su famoso sistema de cuotas que le permitía influir ocasionalmente en el mercado.
Esa estrategia funcionó relativamente bien durante la crisis financiera de 2008 o la pandemia del covid-19, pese a las discrepancias internas, a veces espectaculares.
Pero a fuerza de golpes y de crisis políticas (en Libia y Venezuela especialmente), la OPEP y sus socios controlan ahora apenas más de la mitad de la producción mundial de crudo (50 mbd), según el último informe de la Agencia internacional de la Energía (AIE). Es la cuota más baja desde la creación de la OPEP+.
Estados Unidos, primer productor mundial, vende la cifra récord de 20 millones de barriles diarios gracias a la abundancia de petróleo de esquisto.
La producción de Brasil y Guyana también han crecido.
– Miedo a la transición ecológica –
La OPEP+ enfrenta también la emergencia climática. «La transición verde es un importante freno a (su) actividad», resumió Ozkardeskaya. «El grupo tiene todo el interés en retardarla lo más posible».
En la COP28, el secretario general de la OPEP, Haitham al-Ghais, escribió a sus miembros para instarlos a «rechazar proactivamente» todo texto o formulación contra las energías fósiles. Esta postura generó cierta tensión y desató un aluvión de reacciones en Dubái.
Para Arabia Saudita es imperativo mantener el flujo de ingresos petroleros, señalan los analistas.
Son «esenciales para financiar el vasto programa (…) de diversificación económica de Arabia Saudita, que contempla ambiciosos ‘giga proyectos'», destacó Stephen Innes, de SPI AM.
El reino busca desarrollar otras fuentes de ingresos, pero «la transición no se hace de un día para otro», acotó Giovanni Staunovo, analista de UBS.