El coronavirus relega a los pobres en España al último lugar

AP

Washington Hispanic

Erika Oliva pasa al menos tres horas a la semana haciendo fila ante un comedor social.

Pasa un par de horas más en la oficina de trabajo social con su hijo de ocho años, que tiene autismo. Espera al teléfono en el centro de salud o cuando quiere comprobar si su solicitud del ingreso mínimo vital le conseguirá los 1.015 euros (1.188 dólares) prometidos.

Por ahora, no ha ocurrido.

“Siempre es lo mismo. O no te responden. O te piden más papeles. O todo está cerrado y te dicen que hagas la solicitud por internet”, dijo Oliva. Logro hacer la solicitud por internet, pero otros en su situación no saben utilizar una computadora o simplemente no tienen.

“De la mañana a la tarde, a los pobres sólo nos queda esperar en la cola”, añadió.

En todo el mundo, las familias de bajos ingresos han sufrido de forma desproporcionada en la pandemia por varios motivos. Sus empleos podrían exponerles más al virus, y sus ahorros suelen ser menores. En España, su situación se ha agravado más que en buena parte de Europa debido al gran peso de sectores como el turismo y a que las prestaciones sociales son más escasas que en otros países del continente.

“A la gente le está afectando más la pandemia por ser ya previamente pobre, por tener unas condiciones de vida mucho más complicadas” dijo Carlos Susías, presidente de la Red Europea Contra la Probreza, que agrupa a decenas de organizaciones sin fines de lucro. “La pandemia lo que está haciendo es la pobreza más extensa y más intensa de la que ya teníamos”.

Es probable que la falta de gasto en bienestar social, demasiada burocracia, falta de acceso a la tecnología y el repunte de la pandemia agraven la que ya era una de las mayores brechas entre ricos y pobres del mundo desarrollado, añadió Susías.

El virus ha matado a más de 38.000 personas e infectado a casi 1,3 millones en España, aunque la cifra real de contagios podría ser al menos tres veces más alta. El virus se ha propagado más rápido en barrios trabajadores con alta densidad de población como Vallecas, en el sur de Madrid, donde la familia de siete miembros de Oliva vive en un apartamento de 35 metros cuadrados (375 pies cuadrados).

Los trabajadores manuales como su marido, muchos en empleos esenciales y que van a trabajar en transporte público, corren más riesgo de contagiarse. Y tienen menos seguridad financiera para mantenerse cuando enferman.

Es lo que muchos expertos describen como una recuperación económica “en K”. Los acomodados pueden recuperarse de la crisis, a menudo trabajando desde casa- mientras que los más vulnerables pierden los avances económicos logrados desde la crisis financiera de la década pasada.

El Fondo Monetario Internacional estima que la economía española se contraiga un 12,8% este año, la cifra más alta entre economías en desarrollo.

Lara Contreras, activista del grupo humanitario Intermón Oxfam, indicó que la economía española es más vulnerable debido a su dependencia de la construcción y el turismo, dos sectores donde las condiciones laborales a menudo son precarias.

La pandemia paralizó la mayor parte de los viajes internacionales y dejó a un millón de personas sin empleo en España. La tasa de desempleo alcanzó el 16,3% en septiembre, más del doble que la media de la UE o Estados Unidos, que daba nuevas cifras el viernes.

El gobierno ha pagado parte de los salarios de unos 3,4 millones de trabajadores aún y mantiene a 600.000 personas en su programa nacional de prestaciones por despido temporal. La coalición de socialistas y ultraizquierda que dirige el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado una reactivación progresiva de la economía, dependiente en gran parte de los miles de millones de euros de la UE.

Pero los expertos advierten que España tiene que reformar su mercado laboral, plagado de contratos temporales y parciales. Mujeres e inmigrantes tienden a tener menos seguridad laboral, según un sondeo de la organización benéfica católica Cáritas. Y sin embargo, sólo uno de cada cuatro hogares vulnerables recibía un subsidio del gobierno el año pasado.

La pandemia puede dejar una “economía absolutamente rota”, dijo Contreras. Su organización, Oxfam, ha advertido que el número de españoles que viven con menos de dos dólares al día podría aumentar en 1,1 millones, respecto a los 9,8 millones actuales, a menos que se invierta más dinero en salud y protección social, y el gobierno amplíe su promocionado plan de ingresos mínimos.

Ese programa se presentó en abril como una forma de ayudar a hasta 2,3 millones de familias que viven en la pobreza. Aunque más de un millón han solicitado la ayuda, sólo se han procesado la mitad de las peticiones y 136.000 solicitantes la han recibido. Los gobiernos regionales, mientras tanto, han aprovechado para ahorrar en programas similares contra la pobreza.

“Claro que la decisión política fue la adecuada, pero la ejecución está siendo un infierno, un infierno”, dijo Contreras.

El caso de Olivas es un ejemplo. Cuando su marido perdió su empleo repartiendo leche a bares y restaurantes en abril, la familia, de origen guatemalteco, también perdió un subsidio regional de 300 euro para personas que trabajan pero pasan dificultades económicas.

Aunque sobreviven con una escasa prestación de desempleo, Oliva solicitó la nueva ayuda nacional. Han pasado seis meses y aún no han recibido nada. También le han dicho que no puede solicitar la reanudación de la ayuda regional. Y aunque su marido ha encontrado trabajo repartiendo cerveza, la familia afronta una posible subida de 100 euros en el alquiler de su apartamento.

Algo quizá aún más preocupante es que la competición en las llamadas “colas del hambre” en comedores sociales está creciendo. En el comedor de las Siervas de Jesús en Vallecas, ahora cada familia sólo puede recibir comida una vez por semana, en lugar de tres, explica Oliva, mientras saca calabacines, zanahorias, manzanas, detergente y una docena de cartones de leche de su carro de la compra.

“Vivimos al día”, dijo.

Las filas también se están alargando en la despensa comunitaria Somos Tribuk, una de las muchas redes de base que han aparecido para ayudar a la gente en Vallecas. Los voluntarios se reunieron hace poco en un almacén para organizar las donaciones de comida, pañales, aceite y productos de limpieza.

Fernando Fernández Diego, que a los 69 años se encontró sin pensión y sin poder vender ajos en mercados como hacía antes de la pandemia, dijo que su hogar, una familia gitana de seis adultos y tres niños, sobrevive ahora sólo con las donaciones de comida.

Mientras tiraba de un carro con productos donados, Fernández dijo que los políticos sólo discuten mientras el virus se expande, y que tiene poca confianza en que ningún gobierno ayude a su familia.

“Sólo el pueblo salvará al pueblo”, dijo.