Sergio García: El primer abogado indocumentado que logró ejercer en EE.UU.

Mitzi Macias
Washington Hispanic

espués de 26 años de lucha, Sergio García de origen mexicano logró hacer realidad sus sueños y convertirse en el primer abogado indocumentado que obtuvo la licencia para ejercer en Estados Unidos.

Washington Hispanic conversó con García para conocer un poco más de sus sacrificios, sus sueños y compartir su inspiradora historia.

Washington Hispanic: ¿Cuándo y cómo llega Sergio García a EE.UU.?

Sergio García: Mis padres me trajeron la primera vez a los 17 meses y luego después de dos años nos regresamos a México. Luego regresamos cuando tenía cinco años y fue terrible porque atravesamos el monte y nos escondíamos de la migra. Después de cuatro años mi papá nos dijo que nos regresábamos a México donde permanecí desde 1987 hasta 1994 cuando terminé la secundaria.
Mi padre fue a la graduación y nos dijo nuevamente ‘nos vamos para EE.UU.’ y yo le dije que ya no quería ir porque ya tenía mi vida hecha, tenía una beca para estudiar en la universidad, era el presidente de mi escuela y no veía la razón de emigrar a un país que sabía que no me querían.

W.H.: Por lo que cuentas ¿Era tan fácil ir y venir de los EE.UU. antiguamente?

S.G.: No diría que era fácil porque cuando crucé a la edad de cinco años fue una travesía terrible. Fueron horas de horas caminando, corriendo, huyendo de la migra y eso lo narro en mi libro. Recuerdo que corría por el monte, era difícil y era arriesgado, pero en comparación con la situación de cómo está ahora, sí podría decir que era más fácil.

W.H.: Al llegar a los 17 años, por tercera vez a los EE.UU. ¿Cómo decides continuar con tus estudios y logras convertirte en un profesional?

S.G.: Cuando llegamos en el año 1994 me tomó un tiempo ajustarme nuevamente porque no sabía el idioma, fue bien duro, pero logré ingresar a una escuela secundaria local en California.
Poco a poco fui aprendiendo nuevamente el inglés y traté de hacer lo mejor que pude académicamente hasta lograr un puntaje alto por lo que recibí invitaciones para estudiar en las mejores universidades becado, pero cada vez que se daban cuenta que era indocumentado me retiraban la beca. Me decían si quieres venir a nuestra institución puedes hacerlo, pero tienes que pagar.

W.H.: Esta es una situación que atraviesan muchos jóvenes inmigrantes, ¿qué tan difícil es cuando llega ese momento?

S.G. : Es súper difícil porque si bien quieres estudiar, cómo haces para pagar porque sin documentos trabajar también es difícil. Para ganar unos dólares recogía latas de aluminio en la basura y me daba mucha pena porque era un adolescente y la gente te miraba raro, pero era lo que tenía que hacer.

W.H.: Y finalmente, ¿Cómo logras pagar y estudiar en la universidad?

S.G.: Al ver que no me iban a dar las becas le dije a mi madre que la única solución que tenía era irme a trabajar al campo como lo hacían todos los hijos de personas sin documentos. Pero, mi madre me respondió que sería una pena porque me gustaba el estudio y que sería una buena idea que intente ir por lo menos al colegio o “college” local, que es mucho más económico. ‘Nosotros cómo podamos te vamos a apoyar’, me dijo y eso fue lo que hice. Fue poco a poco tomando muy pocos créditos que fui avanzando.

El college, que se termina en dos años, me tomó cuatro años y medio porque solo tomaba los cursos que podía pagar. Costaba $350 dólares por crédito como tarifa extranjera y era muy difícil.

Aparte la falta del inglés no sabía cómo era el sistema y cuándo podía cambiarme a una universidad. Luego logro ingresar a la Universidad Estatal de California. Ahí costaba $390 dólares por crédito, por lo que solo pude sacar mi certificado de paralegal y no de bachiller por el costo.

W.H. ¿Y cuál sería el siguiente paso?

S.G.: En ese tiempo escribí mi primer libro a los 22 años y logré juntar $5 mil dólares por la venta y pude inscribirme en la escuela de leyes en California, donde los cuatro años de escuela me costó como $100 mil dólares. Esta escuela era la más accesible en comparación con otras. Así que en primera instancia usé los $5 mil dólares que tenía y luego con sacrificio constante y endeudado con tarjetas de crédito logré graduarme en mayo de 2009. Es más recién hace dos años terminé de pagar las tarjetas de crédito.

W.H. ¿A quién dedicaste tu título de abogado?

S.G.: Dediqué mi título a mi madre y le dije te doy el título porque no tengo nada más que darte en este momento.

W.H. ¿Cuál sería el siguiente reto?

S.G.: Obtener mi licencia para ejercer como abogado. A la primer pasé el examen, pero demoraban mucho en darme la licencia, llamaba y llamaba hasta que me cansé. En la sección de estatus migratorio puse “pendiente” y por esa razón no podían entregarme la licencia. Hasta este punto y después de 15 años no tenía papeles.

W.H.: ¿Cómo logras obtener la licencia?

S.G.: Felizmente después de tocar muchas puertas y acudir a organizaciones, una pareja de abogados tomó mi caso y logramos aprobar una ley que permite a los abogados indocumentados en California obtener la licencia para ejercer. Fue una larga lucha de cuatro años que me convirtió en el primer abogado indocumentado con autorización para desempeñar mi profesión desde el 1 de febrero de 2014.
Fue muy decepcionante ver cómo el departamento de Justicia bajo la administración del presidente Barack Obama, que pensaba me iban a apoyar, me dieron la espalda. Finalmente no pudieron hacer nada al aprobarse una ley estatal en la que no podían intervenir, pero eso sí dijeron que no podía trabajar para nadie por lo que decidí establecer mi bufete de abogados.

W.H. ¿Qué es lo que inspira a Sergio García?

S.G.: Saber que sí hay una luz al final del túnel. Sí hay una recompensa y que es verdad que uno cosecha lo que siembra. Quiero que mi experiencia sirva de inspiración para todos los que aspiran un día hacer realidad sus sueños realidad. Por eso publiqué mi libro, mi historia con la intención de inspirar.

W.H.: ¿Cuál es el nombre de su libro?

S.G.: “Abogado indocumentado” y nos costó mucho lograr publicarlo porque nos decían que era muy polémico porque criticaba al gobierno que estaba de turno, pero logramos finalmente publicarlo por nuestra cuenta. Hace poco me llamó un maestro que leyó mi libro y me dijo que se lo iba a regalar a una alumna indocumentada.
Yo le dije a mi esposa, si todo el dinero que gastamos en publicar sirve para inspirar a una persona nosotros salimos ganando.

W.H.: ¿Qué otros logros han conseguido en este caminar?

S.G.: Después de lograr cambiar las leyes en California para que otorguen licencia a los abogados indocumentados dimos un paso adelante con un nuevo proyecto. Se aprobó también una ley para que cualquier persona que necesita licencia para ejercer su profesión la pueda obtener (AB1024). Puede ser un médico, enfermera, ingeniero o maestro. Todos ahora tienen los mismos derechos.

W.H. ¿Existe algún temor que el nuevo gobierno de Donald Trump pueda ordenar dar marcha atrás a estos avances legislativos?

S.G.: Francamente no tenemos ese miedo porque son leyes estatales. Lo malo es que como leyes estatales solo cubre a personas en California, lo bueno, es que como son estatales están fuera de la jurisdicción de las leyes federales.

W.H. : Como mencionas, al final del camino ¿pudiste solucionar tu situación migratoria?

S.G.: Después de una larga lucha de casi cinco años para obtener mi licencia como abogado, al año siguiente, en mayo 20 de 2015 me entregan mi tarjeta verde que llevaba 21 años esperando a través de mi padre. Desde entonces nuestras alas siguen creciendo y seguimos avanzando. Gracias a Dios también me casé con una gran persona que comparte mi ideología de ayudar al prójimo y hacer el bien y es lo que tratamos de hacer a través de nuestra fundación.

W.H.: ¿Cuáles son esas tres palabras de inspiración para los jóvenes inmigrantes?

S.G.: Persistencia, nunca rendirse y siempre tener fe porque siempre hay algo mejor a la vuelta de la esquina. Nunca se sabe cuándo está a punto de llegar el éxito, a veces uno llega tan cerca de él, pero se rinde y nunca se da cuenta de la mina de oro que estaba unos pasos más adelante. Cuando el gobierno, las limitaciones o la administración nos quitan todo hay que tener fe en que siempre existe un mejor mañana.