Tokio 2020, un desafío más mental que físico
AP
Washington Hispanic:
Sam Mikulak estaba furioso. El COVID-19 había alterado totalmente su preparación para la competencia olímpica de gimnasia y, encima de ello, aplazan los juegos de Tokio 2020 hasta el 2021.
El malestar le duró un tiempo y lo hizo analizar todas las formas en que el perfeccionismo de la gimnasia había afectado el resto de su vida.
“Tuve que replantearme todo, aprender a disfrutar de las imperfecciones”, comentó. “Ahora soy más feliz por ello. Pero fue duro y pasé por momentos feos. La cuarentena fue el único momento en mi vida en el que pude sopesar todo eso”.
En la antesala de los juegos de Tokio, está claro que para algunos de los mejores deportistas del mundo, llegar a la justa representó un desafío más mental que físico.
El aplazamiento por el COVID-19 alteró una planificación de años y la incertidumbre asociada con una pandemia que no se termina nunca no hizo sino aumentar la ansiedad. El asesinato de George Floyd en Minneapolis a manos de un policía en mayo del 2020, por otro lado, obligó al mundo a confrontar el racismo y se hizo sentir con fuerza entre los deportistas de raza negra.
“El año pasado fue brutal para la comunidad negra”, dijo la nadadora Simone Manuel durante las pruebas clasificatorias de Estados Unidos. Agregó que, tras una derrota, se le diagnosticó en marzo que se estaba entrenando más de la cuenta y se le recomendó que se tomase tres semanas de descanso.
Prepararse para Tokio durante la pandemia fue particularmente difícil para Ginny Fuchs, boxeadora estadounidense que padece el trastorno obsesivo compulsivo y lo combate en parte a través de la rutina de su preparación.
“No sabíamos cuándo nos entrenaríamos. Dónde nos instalaríamos. Cuándo sería el torneo clasificatorio”, expresó Fuchs. “Esa incertidumbre fue dura. No sabía qué hacer y cuando no tienes un plan, ahí es que tengo problemas”.
Ashleigh Gentle, una triatleta de 30 años de Australia, se tomó un descanso cuando se dispusieron los confinamientos por el COVID-19. Se abocó a renovar su casa con su pareja, el ultramaratonista Josh Amberger.
Pero la familia de Gentle vive en la Gold Coast, al sur de Brisbane, y le hizo mucha falta.
“Claro que estaba preocupada por ellos”, señaló. “No podíamos alejarnos más de 50 kilómetros (30 millas) de casa, de modo que no podía visitarlos. Fue duro”.
Los deportistas olímpicos tienen más recursos que nunca en lo que respecta a su salud mental, sobre todo los de las federaciones deportivas más grandes. Y hoy por hoy están más dispuestos a buscar ayuda psicológica.
David Hughes, director médico del Instituto Australiano del Deporte y de la delegación que irá a Tokio, dijo que los deportistas tendrán acceso a “servicios psicológicos inmediatos” durante los juegos y a sesiones virtuales si tienen un psicólogo que los trata. Ya cuenta con estructuras para brindar apoyo en situaciones de emergencia.
Estados Unidos ofrece servicios parecidos, incluida una línea telefónica especial que recibe unas ocho llamadas por semana y grupos de apoyo especializados en temas específicos.
“Estamos haciendo perfiles psicológicos de todos los deportistas que irán a los juegos”, dijo la doctora Jessica Bartley, directora de los servicios de salud mental del Comité OlÍmpico y Paralímpico de Estados Unidos (COPEU). “Estamos consiguiendo información básica sobre la salud mental de todos los deportistas de todos los deportes”.
El COPEU ensayó su programa de evaluaciones con la natación y determinó que aproximadamente el 60% de los nadadores tienen algún trastorno mental. Los problemas más comunes son la nutrición, el sueño y la ansiedad.
Cuando se le preguntó si los juegos de Tokio plantean más exigencias a los deportistas que en el pasado, Bartley ofreció una respuesta ambigua.
“El deporte ofrece a los deportistas ciertas protecciones y les plantea ciertos riesgos”, expresó. “No está claro si un deportista tiene más o menos dificultades que la población en general. Enfrentan situaciones distintas. Y este año me parece que tienen delante de sí más cosas que en el pasado”.
Brittney Reese, quien compite en salto en largo, se encontraba en el Centro de Entrenamiento Olímpico cuando la instalación fue cerrada por el COVID-19. Dijo que tenía que agradecerle a su técnico, su familia y su agente por haberla ayudado a ir a su cuarta olimpíada.
También trabajó con un psicólogo deportivo, quien le ofreció consejos prácticos que la ayudaron mucho.
“Sé tú misma”, se dijo. “Ya hice esto varias veces. Sé lo que hace falta y qué hay que hacer”.