«Rota la música que la abrigaba» de Luis Alvarenga

Por Grego Pineda*

 

Luis Alvarenga es, ante todo, un filósofo, ensayista, es decir: un pensador. Su producción intelectual ha marcado pauta en temas tan vitales para la Historia de El Salvador en general como para la Historiografía de la Literatura salvadoreña en particular, por ejemplo, cuando publicó su extraordinaria biografía del icónico poeta Roque Dalton García. Libro de obligada lectura: El ciervo Perseguido.  

 

Conocí de Alvarenga hace décadas, cuando leí sus trabajos sobre Roque Dalton, pues intelectual que tenga pretensiones de escritor, como es mi caso, debe y tiene que leer de Roque su obra y lo publicado sobre él. Encontré atinadas las aproximaciones al enigma del asesinato de Dalton, pero también una visión abarcadora de la importancia del legado de tan insigne escritor cuya huella en El Salvador aún duele. 

 

Luis Alvarenga es salvadoreño, doctor en Filosofía Iberoamericana de la prestigiosa Universidad Centroamericana José Simeón Cañas -UCA-, donde actualmente es catedrático desde el 2005. Su talento reconocido, aguda inteligencia y compromiso con las letras de su país lo han llevado a desempeñar cargos donde ha podido influir en el devenir de las letras salvadoreñas.

 

Alvarenga ha sido director de la revista Cultura -de respetabilísima trayectoria gracias a sus directores- del 2005 al 2012; y director de la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI) de CONCULTURA, en el 2007. En la década de los ochenta y noventa trabajó como redactor del periódico Co-Latino, y tuvo bajo su responsabilidad el tan querido Suplemento Cultural Tres Mil y Aula Abierta. Fue parte del taller literario Xibalbá.

 

Es el caso que, debido a mi actividad periodística cultural en la Diáspora Salvadoreña en Los Estados Unidos de América, recibí la llamada de la presidenta de la Casa de la Cultura El Salvador en Washington DC, Dra. Jeannette Noltenius, porque en su intenso apostolado de hacer notar y promover los talentos culturales de El Salvador, se había encontrado con el nombre de Luis Alvarenga y requería mi opinión sobre su obra.

 

Después de conversar sobre lo anotado en los párrafos anteriores, acordamos que yo buscaría la última publicación de Luis y que escribiría sobre él, a la vez que la Casa de la Cultura programaría una entrevista online para ahondar en la Cosmovisión de tan importante filósofo, escritor, profesor, periodista y poeta. Pronto habrá esa entrevista.

 

Entonces llegué a su libro: «Rota la música que la abrigaba (Poemas de ninguna parte)», de 75 páginas y con 25 poemas. La experiencia estética ha sido compensatoria al tiempo invertido en su lectura. Diestro como es, en la palabra escrita, sus versos compiten el uno al otro por expresar la síntesis de sus ideas o sentimientos y ese afán, dificulta aprehender la armonía que permea la concatenación de versos.  

 

La voz poética de Luis Alvarenga se eleva y el filósofo inherente en él le arrebata la cítara y su decir se abstrae y poco a poco va forzando al lector a sumergirse en sus cavilaciones filosófico-poéticas. Esta lucha involuntaria ¿o intencionada? de expresarse y comunicarse con “el otro” se vuelve densa. Me recordó a los textos del filósofo Derridá, padre de la deconstrucción. 

 

En general, ‘el collage’ en que devienen sus versos, nos devela inquietantes poemas que deambulan en el mundo onírico. Y soñando se tienen pesadillas, el revés de la moneda de la noche inconsciente. Su poética está matizada con su formación filosófica y por eso los poemas abordan una realidad y para deconstruirla debe sumergirse en el paralelo de los sueños: la irrealidad. En este maridaje existencial las metáforas son el lenguaje único. 

 

Por eso es que Luis Alvarenga ‘rompe la música que abriga’ sus motivaciones y fantasmas, porque la armonía musical obedece a códigos estrictos e incluso a la precisión matemática, pero para un filósofo cuya conciencia poética le exige escribir, todo eso no sería más que una camisa de fuerza. Por eso Alvarenga rompe la musicalidad de sus versos y nos lleva a los acordes disonantes que buscan un público que no se turbe en las corcheas de sus emociones pero que tampoco se pierda en los silencios del que reflexiona y medita.

 

* Magister en Literatura; Abogado y Notario de la Diáspora salvadoreña.