La belleza (y utilidad) de las palabras y la literatura

Por: Oswaldo Díaz Chávez*

Cuando el hombre primitivo ofreció por primera vez una guirnalda a su amada apreció “la sutil utilidad de lo inútil e ingresó en el reino del arte”, así se fue configurando como ser humano. La alegoría sobre el origen de la humanidad propuesta líneas arriba por el escritor Okakura Kakuzo coincide con el probable origen de la literatura fruto del relato de historias en las cavernas alrededor del fuego.

De ese modo, las flores y las hierbas al igual que las palabras dejaron de emplearse solo con fines prácticos y mostraron una nueva faceta a nuestros antepasados. Las primeras palabras produjeron los primitivos cuentos que contaban hazañas magnificadas sobre la caza o escenas rituales cosmogónicas (que intentaban explicar el origen del universo).

Dichas situaciones confirman la sentencia de Gabriel García Márquez sobre la memoria y las palabras “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, pues la actividad del lenguaje es un acto de creación a través de la palabra, tanto así, que lo que no se nombra no tiene existencia.

Porque el habla, el empleo de los vocablos apropiados, es una técnica, pero también un arte que permite relatar historias verídicas o imaginadas, transmitir ideas, crear mundos, personajes, y hasta sensaciones como las que provoca la poesía. Lo imposible pri­mero se sueña, luego se comunica y finalmente se puede hacer realidad.

Así sucedió con los vuelos (Ícaro y Dédalo), viajes estelares (Alrededor de la Luna de Julio Verne), el enfrentamiento con seres poderosos (Ulises o Moby Dick), la lucha contra el destino (Madame Bovary o Sísifo), las relaciones familiares (Cien años de soledad), la utilización de los avances tecnológicos (1984 de Orwell) o los dilemas morales sobre el bien y el mal (Hamlet o Antígona).

El lenguaje construye, es un espacio de creatividad que facilita la comprensión de uno mismo, del otro, del mundo. La neurociencia del lenguaje, que analiza el comportamiento de las conexiones sinápticas del cerebro, confirma que las palabras dan placer o dolor. La ofensa, marginación o mentira causan depresión, frustración, impotencia y exclusión, mientras que el reconocimiento, halago o verdad generan confianza, motivación, apertura y satisfacción.

La escritora Herta Müller contó en su discurso de aceptación del premio Nobel que de niña escondía su pañuelo con el objetivo de que su madre le pregunte cada mañana “¿tienes un pañuelo?” de suerte que “el amor se disfrazaba de pregunta” concretándose mediante palabras, como sucede con los buenos días, tardes o noches, gracias y por favor.

Las personas se caracterizan por el uso que le conceden a la palabra, de esa forma aconteció con el mito el cual, por medio de relatos, explicó y dio los primeros significados a los grandes interrogantes del quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, por qué el mal y cómo funciona el universo que nos rodea.

De tal manera fue desarrollándose la literatura con su primordial función estética, pero que se complementa con su finalidad de servir para el diálogo, proveer un espíritu crítico y vivir experiencias ajenas para intuir cómo proceder porque como apuntó Marcel Proust “la verdadera vida, la vida por fin esclarecida y descubierta, la única vida por lo tanto plenamente vivida, es la literatura”.

Y quién sabe no nos proteja del sufrimiento o del error, pero al hablarnos de esos sufrimientos o errores nos recuerda que debemos mantenernos alertas, sobre todo ante las situaciones actuales de angustia por guerras, totalitarismos, enfermedades, hambruna, discriminación y soledad.

Por ello, el escritor Ernesto Sábato afirmó que “la literatura es una forma -quizá la más completa y profunda- de examinar la condición humana… de ofrecernos ese orden que necesitamos, un rumbo en medio de la tempestad que busca una nueva tierra de esperanza” para que, cual quijotes, procedamos con más ímpetu y decisión para “enderezar tuertos y desfacer agravios”.

(*) Periodista y docente peruano. Magíster en Literatura Hispanoamericana.