Último adiós a Alan García

Víctor Caycho
Washington Hispanic

La repentina e inesperada muerte del dos veces expresidente del Perú, Alan García Pérez, quien la mañana del miércoles 17 se disparó un balazo en la cabeza para evitar –como él mismo lo advirtió un día antes-, “la humillación y el vejamen” de ser esposado y llevado a una discutida “prisión preliminar” por supuestos indicios de corrupción, ninguno de ellos probado, causó tremendo impacto no solo en su país sino en toda Latinoamérica e incluso en Europa y Estados Unidos, donde miles de peruanos residentes en esos países votaron por él en anteriores elecciones presidenciales.

El exmandatario se hizo el disparo con una pistola Colt aproximadamente a las 6:30 de la mañana, luego que un grupo de fiscales y policías irrumpió en su residencia en Lima para hacer cumplir una orden judicial de detención y allanamiento domiciliario. Aparentemente se buscaba pruebas relacionadas con una investigación de la fiscalía sobre un posible delito de lavado de dinero en agravio del Estado.

Alan García, de 69 años y nacido en Lima, pidió un momento para hablar por teléfono a su abogado, subió a su dormitorio y cerró la puerta. Instantes después se escuchó un disparo. La policía irrumpió en la habitación y encontró al líder político sentado junto a su cama y bañado en sangre.

Aún con vida, García fue ingresado a las 6:45 a.m. en un hospital de emergencias cercano, donde un equipo de 27 cirujanos y neurólogos lo intervino. Murió a las 10:15 a.m. a consecuencia de una hemorragia cerebral masiva e incontrolable y tres paros cardiorrespiratorios.

Los presidentes de Ecuador, Colombia, Bolivia y Chile lamentaron la muerte de Alan García, sumándose al pesar expresado por líderes de casi todo el espectro político del Perú.

Alan García deja seis hijos en dos matrimonios y en una última relación.

Alan García ha sido el líder que rigió la política peruana a lo largo de los últimos 40 años, desde la muerte de su mentor Víctor Raúl Haya de la Torre, el fundador y jefe indiscutible por medio siglo del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana).

Discípulo predilecto de Haya, el joven García, ya graduado de abogado y de sociólogo entró como una tromba en la escena política del Perú desde que regresó de Europa. Gracias a su oratoria excepcional fue escalando en la dirigencia partidaria y luego fue elegido por el voto popular, primero como diputado constituyente en 1978, luego diputado en 1980 y apenas cinco años después alcanzó lo que no pudo Haya de la Torre a pesar de varios intentos: la presidencia de la República del Perú. García lo hizo, a sus 36 años, el más joven que haya llegado a ese alto cargo en la historia de su país.

Después de un primer gobierno que terminó en un descalabro económico para el Perú, García obtuvo un segundo mandato, en el que sí obtuvo grandes logros, entre ellos uno espectacular, la reducción de la pobreza en un 22 por ciento.

El miércoles 17 de abril, poco después de las 6 de la mañana, este hombre considerado “un gigante de la política peruana” se disparó un balazo en la sien, luego que un comando de fiscales y policías irrumpió en su casa para arrestarlo con una controvertida orden judicial de “prisión preliminar”, unido al allanamiento domiciliario para buscar alguna prueba de corrupción. Tenía 69 años.

Rafael Rey, un político independiente y de corte conservador, quien como tal fue ministro de Defensa en el segundo gobierno de García, declaró que toda la vida del expresidente estuvo regida por la política, “que él llevaba en la sangre”.

“Su muerte también fue un acto político”, consideró Rey, quien se refirió a “la evidente persecución política” dirigida contra Alan García.

Sin justificación

Ese gesto extremo del líder aprista causó enorme conmoción en Perú y en toda América Latina. Mandatarios de varios países expresaron palabras de pesar. También se reflejó en países de la Unión Europea y en los Estados Unidos. El diario Washington Post dedicó su portada y una gran foto al dolor y la congoja popular por la muerte del expresidente, con amplios detalles en sus páginas interiores, incluyendo un obituario a página completa.
Y en el Perú el caso dio inicio a un escrutinio público sobre cómo se están llevando los casos con indicios o sospechas de corrupción y en particular sobre las detenciones preventivas.

Varios analistas señalaron que algunos fiscales se han vuelto extremistas para poner a la élite política peruana tras las rejas “incluso antes de que haya condena” y muchas veces sin justificación.

Hasta el final

Alan García, quien toda la vida desató pasiones encontradas –muchos lo amaban hasta idolatrarlo y otros tantos lo odiaban-, se encontró en medio de ese proceso.

Pero luchó hasta el final pregonando su inocencia, criticando a los fiscales “porque no encuentran ni una sola prueba”.
La noche previa a su suicidio declaró en una entrevista televisada que la historia finalmente lo absolverá. “Pasarán los años y lo entenderán… yo confío en la historia”, dijo con serenidad.

Y en una reunión-almuerzo que el mismo martes tuvo con tres congresistas de su partido, Alan García les dijo que defendería su inocencia “hasta la muerte”. Mauricio Mulder, uno de los presentes, hizo esa revelación. “Al principio no entendimos el mensaje, pero ahora sabemos que él no iba a permitir un vejamen y una humillación como la que habían preparado contra él, y ser un gran trofeo para los fiscales que lo perseguían”, dijo, y añadió: “Alan García tomó una decisión de honor y dignidad”.