La cruzada cultural de Donald Trump en Estados Unidos

Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump libra una cruzada cultural para determinar también el contenido del mayor complejo museístico de Estados Unidos, el prestigioso Smithsonian de Washington.

 

Antes, el presidente republicano ya había protagonizado una maniobra sin precedentes al hacerse con el control del Kennedy Center, una reputada institución cultural de la capital estadounidense, para acabar con lo que considera «cultura woke».

 

Ahora le toca el turno al Smithsonian, con su tradición de casi dos siglos y sus 21 museos dedicados en gran parte a la historia de Estados Unidos y repartidos por el Mall, la inmensa explanada verde del corazón turístico de Washington.

 

En un decreto titulado «Restaurar la verdad y la razón en la historia de Estados Unidos», el multimillonario neoyorquino acusa al complejo museístico de formar parte de un «movimiento revisionista» y de llevar a cabo un «adoctrinamiento ideológico» basado en relatos «distorsionados» y «divisivos».

 

Su ambición es convertirlo en «símbolo de la grandeza de Estados Unidos».

 

– «Declaración de guerra» –
«Es una declaración de guerra a los historiadores y a los museos», dice a la AFP David Blight, presidente de la Organización de Historiadores Americanos (OAH).
«Es arrogante y espantoso que pretendan tener el poder y el derecho de decir lo que es realmente la historia y cómo debe exponerse, escribirse y enseñarse», lamenta este profesor de historia estadounidense en la Universidad de Yale (este).

 

Casi dos tercios de los cerca de mil millones del presupuesto anual del Smithsonian proceden de fondos federales.

 

«Pero el gobierno nunca había participado en la decisión de lo que es apropiado o inapropiado exponer», dice a la AFP Robert McCoy, profesor de Historia en la Universidad del Estado de Washington (oeste). «Ningún presidente había intentado nunca tomar el control», añade McCoy.

 

En su decreto, Donald Trump ha dado instrucciones, por ejemplo, para «prohibir el gasto en exposiciones que denigren los valores estadounidenses compartidos» y «dividan a los estadounidenses por motivos raciales».

 

La presidenta de la ONG Southern Poverty Law Center, Margaret Huang, lo considera «el último intento de borrar nuestra historia» y «disfrazar de patriotismo el racismo y la supremacía blanca».

 

«La historia afroamericana forma parte de la historia estadounidense. La historia de las mujeres forma parte de la historia de Estados Unidos. La historia de este país es a la vez horrible y hermosa», escribió.

 

El asalto de Donald Trump a las memorias plurales está en línea con su ofensiva contra la diversidad, que comenzó nada más volver al poder, y que se extiende incluso a los temas de investigación.

 

El Smithsonian «se ha transformado, como nuestra sociedad y nuestra cultura, y se ha vuelto mucho más diverso. Las historias que cuenta son más complejas, diversas e inclusivas», afirma McCoy.

 

– «Historia sesgada» –
Inaugurado en 2016, el último museo está dedicado a la historia y la cultura afroamericanas.

 

También están en proyecto un museo dedicado a la mujer y otro a los latinos. El reto es «ayudarnos a profundizar en lo que significa ser estadounidense», prosigue el historiador.

 

«Cuando pierdes eso, empiezas a marginar a muchos grupos». «Significa que el pueblo estadounidense, y más allá el mundo, sólo verá expuesto un tipo de historia patriótica particularmente estrecha. Es historia sesgada», dice indignado Blight.

 

En el mismo decreto, Trump dio instrucciones a su gobierno para que determine si, desde 2020, «se han retirado o alterado monumentos o estatuas públicas para mantener una reconstrucción errónea de la historia estadounidense» y, en caso afirmativo, los reinstale.

 

Algunas de ellas, vinculadas al pasado esclavista del país, fueron retiradas de los espacios públicos a raíz de las multitudinarias manifestaciones antirracistas provocadas por la muerte del afroamericano George Floyd por un policía blanco ese año.

 

Para McCoy, los anuncios del republicano se hacen eco en cierta medida de los trabajos sobre las raíces de los regímenes autoritarios.

 

Controlar la narrativa histórica «es lo que hizo la URSS durante décadas», recuerda Blight.

 

«Publicaron esta enciclopedia soviética. En Estados Unidos, se supone que no tenemos una historia oficial. Tenemos un enfoque abierto y documentado de la misma, para explicar quiénes somos, a nosotros mismos y al mundo», sostiene.

 

«Lo que los trumpistas no parecen entender», dice, «es que la mayoría de la gente es perfectamente capaz de aprender una historia salpicada de conflictos».