El último tabú sexual femenino: todas lo hacen, nadie lo cuenta

Agencias

s el último secreto de la sexualidad femenina. Una práctica que a la mayoría de las mujeres les cuesta reconocer, pese a que casi todas la practican. La masturbación femenina es una de las pocas prácticas sexuales sobre las que aún pesa un enorme tabú.

Los datos de las encuestas son, como en todo asunto rodeado por el oscurantismo, poco fiables, pero ya en los años 50 el famoso estudio sobre comportamientos sexuales del doctor Alfred Kinsey llegó a la conclusión de que el 62% de las mujeres se habían masturbado alguna vez en la vida. Y, dado lo que ha llovido desde entonces, lo más probable es que hoy la cifra sea muy superior.

Es cierto que cada vez es más habitual que las mujeres compartan su opinión sobre todo tipo de juguete sexuales, cuyo fin último no es otro que el del onanismo, pero muy pocas hablan del acto en sí, algo que contrasta con lo extendida, aceptada y visible que resulta la masturbación masculina, sobre la que los hombres hablan, sin apenas sonrojo, delante de casi todo tipo de audiencias. La masturbación femenina ni siquiera tiene un espacio en el lenguaje coloquial, basta ver cuántas formas hay de referirse a la masturbación masculina y cuantas a la femenina: “hacerse un dedo” es la única expresión que podemos encontrar y es casi imposible oírla en boca de una mujer.

No es que la masturbación femenina no esté presente, pero aparece en las conversaciones de tapadillo. Según la doctora Petra Boynton, psicóloga especialista en relaciones y colaboradora habitual del diario británico The Telegraph, no es que la masturbación no tenga sitio en la educación sexual, ni en los medios, el problema es que no se habla de ello abiertamente, y cuando se hace la conversación es muy poco explícita: “La discusión se centra en los juguetes sexuales y en mensajes sobre el rendimiento y las aspiraciones para mejorar la vida sexual, pero no se habla de cómo masturbarse o la incidencia que la práctica puede tener dentro de una relación. La masturbación ocurre, pero cuando hablamos de ella lo hacemos con un lenguaje limitado lo que hace que, aunque ya no sea un tabú, sea algo de lo que es difícil hablar”.

Exceso de celo

La masturbación femenina cada vez está menos estigmatizada pero, tal como ha explicado a El Confidencial el sexólogo Raúl Padilla, a las mujeres todavía les cuesta hablar de ello: “Cada vez los sexos se equiparan en más aspectos, pero la mujer es mucho más celosa que el hombre para hablar de su intimidad. Por ejemplo, ocultan siempre su menstruación, que debería ser lo más normal del mundo. Son mucho más celosas con su sexualidad y sólo la comentan en pequeños corrillos de mujeres y a hurtadillas, no como nosotros, que hablamos de ella a voz en grito”. Esto tiene una consecuencia evidente: mientras los hombres siguen masturbándose cuando están en pareja, las mujeres dejan de hacerlo y, además, generalmente, no ven bien que sus parejas lo hagan.

Por supuesto, el tabú en torno a la masturbación femenina es un fenómeno que viene de lejos, no en vano, como explica Padilla, es el último escollo de la represión histórica de la sexualidad femenina. “En las sociedades judeocristianas la sexualidad femenina ha sido siempre un tabú”, explica el psicólogo. “Las mujeres, a semejanza de la Virgen María, tenían que pasar de niña a madre sin conocer el sexo. El placer quedaba relegado”. Y la masturbación es el placer por el pacer.

Las mujeres, además, tienen un escollo biológico que ha dificultado desde el principio de los tiempos el desarrollo pleno de su sexualidad. “El hombre descubre sus genitales en el vientre materno”, explica Padilla. “Todos los niños juegan con su pene y se ve como algo normal. La mujer, al tener los genitales ocultos, no los explora desde la infancia y cuando tratan de experimentar, se las regaña. No saben cómo es su placer”.

Las bondades de la masturbación femenina

La represión de la masturbación femenina no sólo es una cuestión cultural pues tiene graves consecuencias en el desarrollo de la sexualidad femenina y, por ende, en las relaciones amorosas en conjunto. Según explica Padilla, “la masturbación permite que la mujer se conozca a sí misma y descubra su placer. Muchas mujeres esperan que sean sus parejas las que descubran su propio placer, y es un error, porque nunca van a ser tan eficaces en su búsqueda como la propia mujer consigo misma”. Y esto no sólo tiene consecuencias en las mujeres, también en los hombres, que muchas veces se encuentran perdidos, pues no pueden preguntar a su pareja qué es lo que les gusta: parece que no son hombres si no lo saben de antemano.

La masturbación femenina tiene, además, importantes ventajas en el plano sanitario: el suelo de la pelvis se refuerza, lo que ayuda a prevenir el escape de orina y, por tanto, a prevenir las posibilidades de incontinencia a una edad mayor; al fortalecer la pelvis las contracciones del primer parto suelen ser más eficaces y las molestias de la regla disminuyen: el dolor puede combatirse si la mujer se masturba antes y después de ésta.

Lo bueno de los tabúes es que, en cuanto se empieza a hablar de ellos, dejan de ser tabú. “La última barrera de la sexualidad es en realidad la estimulación anal en heterosexuales”, explica Padilla. “Eso sí es el verdadero tabú, porque impacta”. Quizás en los próximos años el tema llegue a los periódicos…