La lucha de los inmigrantes

Redacción
Washinton Hispanic

A lo largo de todo el año, la lucha de los inmigrantes fue el protagonista de una campaña electoral intermedia sumamente polarizada, la que derivó en medidas que los afectaron cada vez con mayor dureza.

Primero fue la cancelación del programa DACA, que permite estudiar y trabajar a decenas de miles de jóvenes indocumentados traídos cuando niños al país por sus padres.

Después, las autoridades anunciaron la cancelación, uno tras otro, de los estatus de protección temporal (TPS), un programa que beneficia por años a trabajadores provenientes de varios países centroamericanos (Honduras, Guatemala, Nicaragua y El Salvador) y de otros continentes.

Por último, una movilización cuyo origen real todavía está en el misterio, dio forma a la llamada Caravana Migrante, con miles de centroamericanos enfilando desde sus países hacia México y luego a la frontera sur de Estados Unidos, buscando ingresar y solicitar asilo.

Lo demás es historia conocida, la que tuvo un primer saldo doloroso por la muerte de dos niños –un varón y una niña-, que estaban bajo la custodia de las autoridades de migración estadounidenses.

A pesar de todos estos obstáculos, la comunidad inmigrante en el país se ha mantenido firme, con la esperanza y la convicción de lograr que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo y se logre una reforma migratoria verdaderamente equitativa e integral.

Por esa razón, Washington Hispanic designó a La Lucha de los Inmigrantes como “El Tema del Año 2018”, con la seguridad de que el Sueño Americano se hará realidad para todos ellos en un futuro no muy lejano.

Los niños Jakeline Caal Maquín, de siete años de edad, y Felipe Gómez Alonzo, de ocho, son el símbolo de la lucha de los inmigrantes que buscan un futuro mejor, la que ha sido galardonada como “El Tema del Año 2018” por el Comité Editorial de WashingtonHispanic.

Felipe y Jakeline tenían grandes sueños a pesar de su corta edad. Veían cómo sus padres se debatían con dignidad en medio de la pobreza en sus poblados de Guatemala. Eran espectadores de su lucha diaria por llevarles un plato de comida a sus humildes viviendas.

La miseria, la falta de trabajo y la delincuencia rondaban sus vecindades, como sucede con muchos de los pobladores, sus amigos y familiares. Pero nunca los vieron rendirse a pesar de tantas desventajas. Y también los escuchaban hablar en voz baja sobre cómo salir de esa situación de marginalidad. ¿Qué hacer?, decían.

Un día, el pequeño Felipe supo que su papá Agustín hablaba sobre los rumores de que muchos padres y sus hijos podían cruzar la frontera de Estados Unidos. Muchos ya se habían lanzado a la aventura recientemente y estaban en busca de esa tierra prometida, donde podrían salir de la miseria.

El niño le había dicho a su padre que su sueño era tener una bicicleta. Un día Agustín le dijo a su esposa que se uniría a la caravana lo más antes posible. Al día siguiente, con algunos comestibles salió de la mano de Felipe, con los ojos brillosos por el dolor de dejar al resto de su familia pero decidido a realizar el sueño de su hijo.

No lo pudo cumplir, a pesar de haber logrado cruzar la frontera junto con el menor y de haberse identificado los dos ante las autoridades estadounidenses para poder solicitar el asilo.

Felipe entró en fiebre el lunes 24 de diciembre y fue llevado junto con su padre a un hospital en Alamogordo, Nuevo México, según confirmó la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) en un comunicado.

Los médicos del hospital diagnosticaron que el menor estaba muy resfriado y tenía fiebre. Se le recetó amoxicilina e ibuprofeno y fue dado de alta el mismo lunes después de estar 90 minutos bajo observación, indicó la agencia.

Pero la muerte pudo más: Felipe fue llevado de regreso al centro médico con náuseas y vómitos, y falleció en las primeras horas del martes 25, cuando el mundo celebraba la Navidad.

También Jakelin

Ese mismo día era sepultada Jakelin Caal, de niña de siete años fallecida tres semanas atrás, cuando igualmente se encontraba bajo la custodia de la patrulla fronteriza de Texas. Sus restos fueron enviados de regreso a su empobrecido poblado de San Antonio Secortez, donde residen más de 400 campesinos del departamento de Alta Verapaz, Guatemala.

La niña y su padre, Nery Caal, formaban parte de un grupo de 163 migrantes que llegó a principios de mes a la frontera de México con Nuevo México. Después de su detención el 6 de diciembre, el padre le dijo a un agente de inmigración que la menor estaba enferma y vomitaba.

El padre firmó un documento en el que se decía que Jakelin estaba bien de salud, pero se desconoce si entendió el texto. El registro estaba en inglés y los agentes se lo leyeron en español.

Hora y media después, el estado de Jakeline se agravó. “Volaba” en fiebre. Su temperatura llegó a 105,7 grados Fahrenheit (40,9 grados centígrados) y perdió el conocimiento. Personal de emergencias debió emplear procedimientos de resucitación y luego la trasladaron vía aérea a un hospital en El Paso,Texas. No resistió y murió el 7 de diciembre.

Sus restos fueron llevados de regreso a Guatemala, luego que el gobierno de esa nación centroamericana pidió a Estados Unidos que se le dé seguimiento al caso y se determinen las causas del fallecimiento de la menor.

Jakelin fue sepultada la tarde del 25 de diciembre, una Navidad en la que sus sueños no pudieron verse cumplidos.

El padre, Nery Caal, asistirá a una audiencia en un tribunal estadounidense el 3 de enero, donde se determinará su estatus migratorio. La aceptación de un estatus de asilado o refugiado puede representar la culminación del sueño de Jakeline, que es la misma aspiración de millones de inmigrantes que esperan un futuro mejor para ellos y sus familias.