Multitud pide justicia en DC por muerte de George Floyd

Víctor Caycho
Washington Hispanic

Cientos de personas llegaban hasta la Plaza Lafayette, frente a la Casa Blanca, la tarde del lunes 1 de junio. Marchaban pacíficamente y agitaban carteles con la imagen de George Floyd, un hombre afroamericano que justo siete días antes, en la ciudad de Minneapolis, Minnesota, había sido arrestado y muerto por una dotación policial dirigida por un efectivo blanco.
Esa tarde soleada en DC, la multitud –más de cuatro millares de hombres y mujeres, según estimaron las autoridades-, arreció con sus cánticos, y varios grupos se situaron más cerca de la mansión presidencial. Unos levantaban los brazos, para mostrar que estaban desarmados. Otros coreaban lemas pidiendo justicia. Muchos gritaban “¡No puedo respirar!”, las últimas palabras pronunciadas por el hombre arrestado, sometido y finalmente muerto por un policía en Minneapolis siete días antes.

Buen número de ellos también se puso de rodillas sobre el césped o en las aceras aledañas, a cada momento, un rito simbólico para honrar la memoria de George Floyd, repetido en jornadas de protesta similares que arreciaron en otras ciudades.

Hasta ese momento era otra demostración pacífica, como muchas de las que se han realizado frente a la Casa Blanca.

Todo eso se acabó después de las 5 de la tarde y cuando la televisión ya anunciaba un inminente discurso del presidente Donald Trump relacionado con las movilizaciones nacionales de protesta por la muerte de Floyd.

Operación rodeo
Repentinamente, en una acción coordinada, las primeras líneas del destacamento policial avanzaron firmemente sobre los manifestantes, empujándolos metro a metro y obligándolos a retroceder. Junto a ellos estaban destacamentos de la Guardia Nacional, de la Policía Militar y efectivos de las fuerzas federales, entre ellos el Equipo de Rescate de Rehenes de la policía federal (FBI) y agentes de la policía antidrogas (DEA). Iban fuertemente armados y protegidos por escudos.

De inmediato apareció la policía a caballo que se desplegó con dirección a los manifestantes y con el propósito de rodearlos. De manera simultánea la policía lanzó sus bombas de gas lacrimógeno, hizo disparos con balas de caucho y se vieron encender luces de bengala. En medio del alboroto se escuchó a varios manifestantes con los brazos levantados exclamando “¡No disparen!”
La operación arreció con desusada energía desde todos lados y dispersó a los grupos que corrían en busca de refugio. Despejada la plaza, los agentes policiales se lanzaron en persecución de la gente, mientras se escuchaba el rugido de los motores de helicópteros de la Guardia Nacional que volaban a muy baja altura para colaborar con las fuerzas de seguridad, informando de la ubicación de los grupos que se habían replegado.

Más de 300 personas fueron arrestadas esa tarde, según confirmó la policía metropolitana.

La persecución terminó cerca de las 7 de la noche, cuando se iniciaba el toque de queda decretado el día anterior por la alcaldesa de DC, Muriel Bowser, por otros hechos de violencia y saqueo.

El presidente Trump ya estaba pronunciando su discurso desde el Rosedal de la Casa Blanca, donde se declaró “el presidente de la ley y el orden” y advirtió con utilizar el ejército en caso que los estados no pudieran detener las protestas y la violencia.

La operación en la Plaza Lafayette y alrededores fue considerada un gran éxito en medios del gobierno y una demostración de fuerza y poder que podría ser imitada en otras ciudades y estados.

El caso Floyd
El lunes 25 de mayo, George Floyd, de 46 años, murió asfixiado por la acción de Derek Chauvin, un policía blanco que colocó su rodilla en el cuello del detenido que ya se había rendido y se encontraba echado y con esposas en el pavimento.
Un video que salió a la luz el mismo día destapó los hechos y originó las mayores protestas ciudadanas que se hayan visto en las últimas décadas, varias de las cuales se salieron de control y derivaron en reprobables ataques a edificios y tiendas comerciales con su injustificable secuela de saqueos e incendios.
La expulsión de la fuerza policial y la inmediata detención de Chauvin así como mayores cargos contra él y sus otros tres colegas no han servido hasta el momento para silenciar las protestas en demanda de justicia por el asesinato de George Floyd en DC ni en el resto del país.