«La Manplesa» de Washington DC tiene una cicatriz: su historia

Creo, dice el reconocido poeta Carlos Parada, que la película «La Manplesa» está realizada principalmente desde el punto de vista de los artistas del barrio durante los disturbios en Mount Pleasant.  Esa voz, a menudo excluida en los documentales, es la que toma el protagonismo. Quique Avilés como poeta, actor y director del grupo Sol y Soul; Lilo González como músico popular salvadoreño y director del Drop-In Center para jóvenes del Latín American Youth Center; Sami Miranda, como poeta, artista visual, y profesor; y Pepe González, uno de los mayores exponentes del jazz en la comunidad de Mount Pleasant.  Todos tienen en común el hecho de ser artistas y activistas a la vez, puntualiza Parada.

Para el también activista cultural washingtoniano Parada, la colaboración entre estos artistas y la directora Ellie Walton ha resultado en una producción no solo bien documentada, sino que reconstruye momentos cruciales en los disturbios mediante el uso de animaciones de una calidad visual sorprendente. El documental integra la poesía, música, y las artes visuales creadas por la diáspora latina. Con mucho entusiasmo Parada espera que la película no solo sirva para preservar la memoria de los motines, sino que también motive a los públicos a descubrir las artes de nuestras diásporas.  Es importante que se conozca el trabajo de Quique, Lilo, Pepe, y Sami, entre otros.

 

Por su parte, consultada sobre el tema, la directora de La Casa de la Cultura El Salvador, Dra. Jeannette Noltenius dijo: «Es muy importante el documental sobre el evento que hizo mucho para mostrar la problemática de los latinos en Washington DC, me encantó el documental sobre todo el uso de la poesía y de los poetas locales hablando sobre ese momento y cómo los impactó. Creo que los artistas representados en ese documental hacen una gran diferencia en el documental. Me gustó mucho y muestra un momento crítico en las relaciones de los salvadoreños, los latinos y la comunidad afroamericana en Washington DC. Y la importancia de organizarse políticamente para reivindicar sus derechos».

 

Para escribir este artículo tuve el gusto de mirar el documental y es, además de aleccionador, también conmovedor ver en retrospectiva la situación de nosotros, los salvadoreños en particular, pero también las demás diásporas radicadas en la zona objeto del documental. La emoción me desbordó al aprehender el meollo de la situación. Y por eso busqué la opinión del talentoso Lilo Gonzalez, quien me dijo que hay varias cosas relevantes que merecen la pena puntualizar como sigue:

«1) Haber hecho esta filmación mientras muchos de los que anduvimos por allí aún estamos vivos. La experiencia nuestra es necesario transmitirla porque los que nacieron en los 90 en el país [El Salvador], ahora están negando que hubo guerra y acuerdos de paz y mucha gente les cree. Por eso es muy importante recuperar la historia. Y 2) Fue la comunidad salvadoreña, jóvenes y adultos que protagonizaron este evento que vino a cambiar muchas cosas: hubo ayuda, seguro médico para personas sin papeles, trabajo para jóvenes sin papeles y mucho dinero que recibieron las agencias comunitarias para apoyo a la comunidad como Clínica del Pueblo, etc».

Me encanta el hecho, dice reflexivamente Lilo González, que lo hayan asociado, en cierta manera, con el movimiento de Black Live Matter pues andamos allí, con una lucha común con nuestros hermanos afroamericanos por un mundo mejor, una vida mejor, mejores prestaciones y esto es muy importante, sobre todo aquí en Washington DC. Y lo más importante, es el efecto que ha tenido con jóvenes, hijos de inmigrantes salvadoreños. Lo hemos presentado en varios lugares y dicen: mira la cicatriz que tiene mi madre en su pasado y nunca me ha hablado de eso. Fíjate, me dice Lilo, que hace poco hemos estado con jóvenes universitarios y de High School y es muy interesante el intercambio, muy atentos y al final hacen muchas preguntas. 

Gonzalez recuerda que uno de ellos le dijo: le he preguntado a mi padre salvadoreño, que de dónde venimos, quienes somos y en internet hemos encontrado poco. Y yo les he hablado de nuestros pueblos originarios, ¡eso es importante! Y además del trauma, muchas veces, nosotros padres, no hemos hablado con nuestros hijos del pasado y por esos es fácil que ahora alguien diga que no hubo guerra en El Salvador y que andamos aquí de turistas. Así que eso es importante, que las nuevas generaciones se den cuenta de dónde venimos y saber hacia dónde vamos. Además, la directora del film tenía once años de edad y vivía allí en Manplesa, o sea que ella también fue testigo de lo sucedido. 

* Escritor de la diáspora salvadoreña en Washington DC.